¿Qué llevó a unos jóvenes franceses poco después de la Revolución a comenzar a vestir togas griegas y retirarse a vivir en un monasterio ruinoso? ¿Qué hace que unos estudiantes prusianos se unan en juramento, dejen crecer sus cabellos y lleven largas túnicas, mudándose a un monasterio italiano y queriendo convivir como monjes medievales? ¿O que varios creadores en Inglaterra funden una llamada ‘Hermandad Prerrafaelita’ y poco después cuatro amigas afirmen ser Hermanas en el Arte o Sisters in Art? ¿A qué respondía el deseo de William Morris de formar parte de hermandades? ¿De qué manera este impulso termina conduciéndole al socialismo? ¿Cómo se vinculan en un proyecto colectivo elementos como la espiritualidad, la amistad, el género, la sexualidad y las ideas políticas? ¿Puede el arte cambiar las relaciones personales y las formas de vida de aquellos que lo practican, más allá de constituir una ocupación? ¿Es ese el sentido de los colectivos de artistas? ¿Qué rol tienen dentro de lo que podemos empezar a considerar la historia de una larga contracultura? Estos interrogantes sin cerrar me conducen a la historia del que fue el primer tipo de colectivos de artistas: las llamadas ‘hermandades artísticas’...[+]