Elena Asins nació en Madrid en 1940. Decía haber llevado una existencia dura, ya sólo por el hecho de ser mujer y artista en aquellos años de pleno franquismo. A esta dureza inicial se añadieron las renuncias cotidianas propias de una total entrega a la creación plástica y la soledad artística de quien realiza un trabajo difícil de comprender, adelantado a su tiempo y a su geografía.
Desde finales de los años sesenta Asins había abandonado la pintura figurativa, comenzando a alinearse con corrientes experimentales. Primero formó parte del grupo Castilla 63, y después de la Cooperativa de Artes Plásticas y Artesanas, fundada en 1966 por Ignacio Gómez de Liaño. Esta agrupación interdisciplinar buscaba realizar un arte experimental que se situase fuera del flujo mercantil del capitalismo. En aquella época, Asins mecanografiaba poemas visuales, la mayor parte de los cuales quedarían reducidos a cenizas tras un incendio en el estudio de su autora. De la quema se salvarían sólo los Cantos de Orfeo, reeditados en 2012, pero compuestos en 1970. Precisamente este había sido un año clave para Elena Asins: fue entonces cuando llegó al Seminario de Generación Automática de Formas Plásticas del Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid, en el que participaría junto con creadores como José Luis Alexanco, Barbadillo, Luis Lugán, Eduardo Sanz, Soledad Sevilla, Eusebio Sempere o José María López Yturralde. Allí, por vez primera, artistas y matemáticos se habían reunido para considerar las posibilidades plásticas del trabajo con el ordenador.