En la Exposición de Artes Decorativas de París, en el año 1925, coincidieron dos construcciones de especial importancia por lo que tenían de traducción formal de unas reflexiones teóricas cimentadas, pero ya diferenciadas de forma irreversible en el pensamiento común de la modernidad arquitectónica. Por un lado, aquel edificio (el pabellón de L ’Esprit Nouveau) de geometría introvertida, donde la sutileza del Le Corbusier purista ofrecía una síntesis de sus investigaciones sobre la vivienda en tomo a los años veinte.
Por 1 otro, el Pabellón Soviético de Melnikov, como presentación internacional (en cuanto a realizaciones concretas) de la complejidad expresiva de las vanguardias constructivistas. Eran dos excepciones magistrales en un turbio y frívolo panorama de eclecticismo suntuoso y de aquella versión de racionalismo edulcorado para burgueses sensibles que triunfó internacionalmente con el nombre de ‘Art Déco’. Sobre todo, como escenografía cinematográfica...[+]