La gravedad y los medios

Terence Riley 
30/06/1999


H&deM han obtenido el aprecio crítico y el aplauso popular sin prestarse al juego frívolo de los medios de comunicación.

Durante dos décadas, la producción de los arquitectos suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron ha aparecido sistemáticamente en los medios de comunicación. Tal vez en mayor medida que con cualquier otro estudio de arquitectos, toda su carrera puede recopilarse a partir de revistas, catálogos, periódicos y libros. Esa pequeña casa de piedra que construyeron en Tavole —cuyas nítidas cualidades espaciales y materiales llamaron la atención en todo el mundo, en clara desproporción con su escala diminuta— es el primero de los muchos proyectos que han definido la arquitectura de Herzog y de Meuron a ojos de un público cada vez mayor. El último de ellos puede que sea la casa Kramlich, diseñada para unos coleccionistas de vídeos en el valle californiano de Napa y calificada por el crítico de arquitectura de The New York Times como el más esperado de los proyectos arquitectónicos contemporáneos.

Pese a su estabilidad, hay que señalar que las relaciones entre la obra de Herzog y de Meuron y los medios de comunicación resultan también algo insólitas. A diferencia de muchos arquitectos en ejercicio, su trabajo es, en general, hostil a los cantos de sirena de los medios. Con su énfasis en la superficie y el detalle, su arquitectura resulta relativamente difícil de fotografiar de modo que el lector pueda apreciarla. Comparadas con los proyectos que aparecen normalmente en las revistas profesionales, sus formas no son lo que se dice fotogénicas. Al contrario, más bien han sido siempre inflexibles en su austera simplicidad.

La casa Kramlich pone de manifiesto que el rigor disciplinar de la obra de los arquitectos suizos no es incompatible con la pulsión innovadora.

La popularidad de su trabajo, por tanto, parece casi doblemente notable. No sólo han conseguido presentar su obra a un público muy amplio a través de unos medios que se han mostrado históricamente indiferentes a esa clase de arquitectura, sino que lo hicieron en un momento en que los medios de comunicación estaban completamente rendidos a la efusividad posmoderna. En efecto, sus primeros proyectos se terminaron sólo unos años después de que Philip Johnson y su edificio de la AT&T aparecieran en la portada de la revista Time, iniciando así más de dos décadas de hostilidad mediática hacia la arquitectura moderna, y sus consiguientes actitudes populares. La obra de los suizos no sólo se libró de ser pisoteada por la prensa, sino que se convirtió en la primera voz con credibilidad, en cuanto a la recuperación del espíritu de nuestra época, florecida en la última década del siglo XX.

Si buen número de arquitectos se han perdido en su intento de sortear los matorrales mediáticos, a otros tantos les ha sucedido lo mismo al forcejear con las oportunidades ofrecidas por los grandes encargos, en especial los relacionados con las instituciones culturales. Inseguros de su propio oficio, muchos se cuestionan con ansiedad las relaciones entre su trabajo y el ‘arte’, y aspiran a alcanzar este último. Dando fe de su completo conocimiento de la disciplina, así como de los placeres de la arquitectura, el trabajo de Herzog y de Meuron siempre ha mostrado una decidida confianza en sí mismo. En última instancia, su obra exhibe no sólo ese profundo conocimiento del oficio, sino, a la inversa, un verdadero aprecio por el arte. Su falta de ‘ansiedad’ artística ofrece la reconfortante visión de unos arquitectos que no sólo gozan de sus conocimientos específicos, sino también del entendimiento de cómo puede relacionarse la arquitectura, en sus propios términos, con una concepción cultural más amplia.

Otro aspecto que los diferencia de sus coetáneos es la seriedad. En un momento en que predomina la ironía, Herzog y de Meuron muestran un excepcional sentido del compromiso. Cuando toda la experiencia humana se está convirtiendo en una forma de entretenimiento, sus obras conservan un aura de gravitas. Con todo, también muestran poseer sentido del humor y cierta inocencia. La mayor parte de su evolución se ha producido no sólo en un contexto mediático, sino con un público a menudo hostil o, al menos, desconfiado. Impertérritos, han seguido llevando su trabajo por caminos con frecuencia atrevidos y asombrosamente novedosos, poniendo en peligro lo conocido para alcanzar nuevos territorios.


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