Un proyecto coral
El director de la sección de arquitectura y diseño del MoMA enumera las razones históricas del protagonismo de la arquitectura española.
Esta publicación está concebida como acompañamiento al catálogo publicado con motivo de la exposición ‘On-Site: New Architecture in Spain’, organizada por el Museum of Modern Art de Nueva York. Mientras el catálogo se centra en los proyectos más recientes del auge de la arquitectura española, aquí se adopta una visión retrospectiva, centrada en los acontecimientos que desde la muerte de Francisco Franco en 1975 han transformado el país y su arquitectura de una manera espectacular.
En los primeros debates sobre el libro, su editor, Luis Fernández-Galiano, y yo mismo, decidimos partir de una premisa muy simple: la arquitectura es siempre un reflejo de la cultura que la produce. En la organización del presente volumen esta premisa se traduce en la división del periodo en distintas fases marcadas por los acontecimientos más significativos del momento, desde el establecimiento de la Constitución democrática en 1978 hasta el atentado terrorista de la estación de Atocha en 2004.
Otra premisa que resulta evidente en la concepción de esta publicación es el reconocimiento de la evolución de la arquitectura española hasta alcanzar su actual protagonismo global, reconocimiento que demuestra el hecho de que todos los autores invitados a escribir en ella lo hagan desde fuera de España. Los autores fueron seleccionados por dos razones de similar importancia: su conocimiento de la evolución arquitectónica experimentada por el país en las últimas décadas y el planteamiento objetivo en el enfoque del tema. En el encuentro de tres días que tuvo lugar en Madrid en noviembre de 2005, los autores presentaron sus borradores, dando pie a un debate académico cuyo resultado sintetizan los artículos presentados a continuación.
La amplitud y profundidad del cambio cultural experimentado en España es evidente en la transformación paralela de su arquitectura, y así lo documenta este volumen. La ampliación de las libertades civiles, el crecimiento económico y la apertura de las fronteras físicas y psicológicas infundieron al país un nuevo sentimiento de auto-afirmación, expresado con gran fuerza y elocuencia en las obras de arquitectos como Rafael Moneo, Enric Miralles, Santiago Calatrava y muchos otros. La descentralización administrativa garantizó la difusión de la arquitectura por todo el territorio nacional, reforzando y promoviendo las identidades regionales. El crecimiento económico del país ha sido sin duda el motor del actual auge constructivo, uno de cuyos efectos colaterales ha sido el aumento de las oportunidades para los arquitectos más jóvenes. El fin del aislamiento político y cultural permitió que los arquitectos extranjeros pudieran construir obras en España, pero también abrió las posibilidades —bien aprovechadas, hay que decirlo—para que los arquitectos españoles estudiaran, trabajasen y obtuviesen encargos en todo el mundo, lo que ha resultado en el actual perfil diverso y cosmopolita de la profesión.
Sin embargo, mirando al futuro, no parece que estos logros estén garantizados. El atractivo de la arquitectura española se ha atribuido con frecuencia a la combinación de tres factores: una exigente formación en escuelas técnicas, donde se profundiza tanto en la dimensión científica de la profesión como en la artística; unas asociaciones profesionales extraordinariamente poderosas —los colegios de arquitectos— que defienden férreamente el estatus económico y legal de los colegiados, a la vez que promueven la cultura arquitectónica mediante revistas, exposiciones y actos diversos; y finalmente la pervivencia de oficios tradicionales, que permite una calidad en los acabados y los detalles difícil de conseguir con sistemas más industrializados.
En cierto modo, las escuelas técnicas, los colegios y la industria de la construcción establecieron un puente profesional entre el periodo franquista y los años de democracia. Hoy, sin embargo, esta sensación de continuidad se ve alterada por la rápida expansión del sistema universitario —de las dos escuelas de arquitectura existentes en 1960, las de Madrid y Barcelona, se ha pasado a veinte—, el debilitamiento de los colegios frente a la regulación antimonopolio de la Unión Europea y la transformación de la industria de la construcción, cada vez más industrializada y con una mano de obra muy poco cualificada. Así, el momento actual ofrece la oportunidad de reflexionar sobre lo conseguido por la arquitectura española en los últimos treinta años, pero también plantea el reto no sólo de aceptar los cambios, sino incluso de dirigir su curso.