Leonardo Benevolo (Orta San Giulio, 25 de septiembre de 1923-Cellatica, 5 de enero de 2017) ha sido durante muchas décadas el historiador de la arquitectura con mayor proyección internacional: sus libros, traducidos a muchos idiomas, lo convirtieron en un clásico en las escuelas de medio mundo, de Italia a Latinoamérica, y con ellos se formaron varias generaciones de estudiantes. Sin embargo, su fallecimiento ha pasado casi desapercibido, envuelto en un olvido que también ha afectado a casi todos los grandes protagonistas italianos del debate arquitectónico, tanto en la historia como en el proyecto, desde Aldo Rossi hasta Bruno Zevi o Manfredo Tafuri.
Habrá tiempo para preguntarse por las razones de este olvido y su relación con el estado actual de la arquitectura, más preocupada por lo efímero que por los efectos a largo que tendrá el cambio radical que se está produciendo en la manera de entender y hacer la disciplina. Pero no hay duda de que esta desmemoria tiene que ver con una característica de nuestra época, que ha dado por terminada la longue durée de la tradición moderna, una tradición cuyos orígenes el propio Benevolo, en su fundamental Storia dell’architettura moderna, había identificado con los movimientos reformistas europeos de la segunda mitad del siglo XIX: «Para preguntarse qué es la arquitectura moderna», escribía Benevolo en la primera edición de su Storia en 1960, «es necesario preguntarse primero cuándo comienza». Su conclusión al respecto era tan sencilla como directa: «Existe una línea fundamental de pensamiento y acción, que comienza con Owen y los utópicos de la primera mitad del siglo xix, continúa con Ruskin y Morris, pasa por las vanguardias europeas de 1890 a 1914, se enriquece con las aportaciones de Wright, se convierte en protagonista en los años que siguieron a la i Guerra Mundial gracias a Gropius, y acaba dando lugar a un movimiento unitario capaz de crecer mucho más allá de las premisas iniciales.»
La muerte de Benevolo se puede considerar, por tanto, como el entierro de toda la tradición de la modernidad tal y como se teorizó desde 1945 en adelante. Entroncando con Pioneers of Modern Movement de Pevsner, Benevolo devolvió la componente ética y social a la tradición de los grandes relatos del Movimiento Moderno iniciada por Giedion en 1941 con su monumental Space, Time, and Architecture, y relanzada poco después por Zevi con el mismo éxito en su Storia dell’architettura moderna (1950). Pero, si Zevi encontraba el fundamento de la nueva arquitectura en la idea de ‘espacio’, Benevolo lo hallaba en la agenda social y en el reformismo. Su posición de crítico militante se derivaba de la idea política que tenía de la arquitectura y asímismo de una marcada sensibilidad religiosa, que se tradujeron en la atención a la problemática social de la vivienda y el crecimiento urbano, temas que hoy están como nunca a la orden del día, después de la euforia de la arquitectura glamurosa que precedió al colapso del sistema financiero internacional. A la arquitectura ‘extraordinaria’, Benevolo opuso la razonabilidad de la arquitectura ‘ordinaria’y ‘necesaria’: las cuestiones lingüísticas debían quedar en un segundo plano respecto a la responsabilidad de dar una respuesta concreta a los problemas humanos.
Su obra histórica se construyó en paralelo a su trabajo como urbanista (en 1964 publicó Le origini dell’urbanistica moderna, también con mucho éxito) a cargo de importantes planes para muchas ciudades italianas (Venecia, Bolonia, Urbino, etcétera); una trayectoria que encontró su testamento en la escritura en 2012 del todavía inédito Il tracollo dell’urbanistica italiana, donde define la nueva época inaugurada con el siglo XXI como la del fin de las utopías. Con todo, y a pesar de esta amarga conclusión, Benevolo nunca dejó de creer que sólo en la calidad de los proyectos necesarios puede encontrarse la solución para una sociedad más justa y solidaria. Un mensaje de extrema actualidad que sería oportuno retomar y desarrollar.
Fulvio Irace es crítico de arquitectura y profesor en el Politecnico di Milano.