Descomponer la arquitectura en elementos es algo ya presente en Vitruvio, y desde luego en Alberti y la tratadística posterior, pero sólo se formaliza en la enseñanza beauxartiana que codifican los libros de Durand, Reynaud y Guadet. Progresivamente abandonado durante el siglo XX, el enfoque académico experimentó un retorno efímero con la postmodernidad de los setenta y los ochenta, y regresa ahora por segunda vez de la mano de Rem Koolhaas, que ha dedicado el pabellón central de la Bienal veneciana a quince elementos de la arquitectura, expuestos con ayuda de objetos históricos, fragmentos de edificios y maquinaria contemporánea, y resumidos en quince pequeños libros que recorren los orígenes, evolución en el tiempo y condición actual de cada uno con profusión de imágenes y textos que combinan lo erudito con lo anecdótico.
Recopilada esencialmente por estudiantes de Harvard tutelados por Koolhaas —aunque con la participación de algunos autores invitados como Keller Easterling, Sébastien Marot o Alejandro Zaera—, la muy abundante información se dispone en la página de manera más bien informal, con una apariencia gráfica povera que recuerda en menor formato la diagramación desprejuiciada del Whole Earth Catalog y las otras biblias contraculturales de la efervescencia libertaria juvenil posterior a 1968, dando así un barniz alternativo a lo que podría haberse entendido como mera recuperación disciplinar de la enseñanza académica.
El Catalog, que muchos han considerado un antecedente impreso de la World Wide Web por su empeño en referenciar todo tipo de libros, informaciones, productos y herramientas, tenía como subtítulo ‘Access to tools’, y es probable que este rótulo se pueda aplicar también a la exposición y los libros del holandés, cuya extraordinaria variedad de datos, ilustraciones y episodios pueden servir de estímulo para los jóvenes arquitectos de igual forma que la acumulación de recomendaciones y noticias compiladas por Stewart Brand fertilizaron —hace ya casi medio siglo— la imaginación y los proyectos de su generación.
Los quince elementos se inician con el suelo, el muro, el techo y el tejado, prosiguen con la puerta, la ventana, la fachada y el balcón, y tras detenerse en el pasillo, exploran el fuego y el agua con la chimenea y el baño, para finalizar con la escalera, que se prolonga algo artificiosamente con otros tres elementos de circulación que expresan a la vez la voluntad de contemporaneidad y la preocupación con el movimiento del creador de la ‘sección libre’: la escalera mecánica, el ascensor y la rampa.
En la enumeración sólo vagamente sistemática, y en su acumulación heteróclita de materiales, los elementos de Koolhaas no pueden legítimamente compararse con el Précis de Durand, el Traité de Reynaud o los Eléments et Théorie de Guadet —por más que en la exposición se muestren ejemplares de la abundante tratadística académica sobre los elementos de la arquitectura—, y por ello no cabe reprochar pedantemente las inconsistencias argumentales, las muy notorias ausencias o los fatigosos desdoblamientos y reiteraciones.
Al igual que S,M,L,XL se describía como una «free-fall in the space of typographic imagination», estos quince pequeños volúmenes son una caída libre en el espacio de la imaginación arquitectónica, y así deberían entenderlo los numerosos censores que han fruncido ya el ceño: estos elementos no suponen un retorno a la enseñanza académica, sino a la contracultura de los años setenta, y no de otra forma cabe interpretar su mensaje de back to basics. Koolhaas ha inscrito su Bienal bajo el signo de los Fundamentals, los datos esenciales que describen la situación de una empresa, y al aplicarlos a la arquitecura su labor ha tenido más de diagnóstico que de propuesta. Pero alguien tenía que hacerlo, y esta reflexiva paradinha disciplinar resulta al cabo refrescante y bienvenida.