Viena, Praga y Ljubljana son los tres vértices sobre los que gravita la inclasificable obra de Joze Plecnik, el arquitecto esloveno cuya carrera arranca en Austria como aprendiz en el taller de Otto Wagner, continúa en la capital checa como docente de la Escuela de Artes Aplicadas y culmina en su ciudad natal, adonde regresa en 1921, para ejercer de profesor de su Escuela de Arquitectura.
Si en Viena deja la fuente de San Carlos Borromeo y la iglesia del Espíritu Santo y en Praga la iglesia del Sagrado Corazón y las exquisitas obras de remodelación del castillo y sus jardines, es realmente en Ljubljana donde el arquitecto despliega todo su talento creativo. Los céntricos solares de la ciudad que aún estaban sin edificar tras el terremoto de 1895, junto con el clima de optimismo que sigue a la escisión del país del Imperio Austrohúngaro en 1918, brindan a Plecnik la oportunidad de convertir la modesta ciudad de provincias en la capital del nuevo estado esloveno. Los edificios que diseña para el cementerio de Zale, la Biblioteca Universitaria o la sede de la aseguradora Vzajemna quedan inscritos en toda una serie de itinerarios urbanos con los que se quiere hilvanar el carácter de la ciudad. Además de la regularización del cauce del río Ljubljanica, —que con la esclusa monumentalizada de Zapornice, el edificio del mercado, los tres puentes y, finalmente, el graderío de los pescadores se erige en espina dorsal del municipio—, el parque habilitado a lo largo de la muralla romana, el paseo de ascenso al parque Tívoli y los accesos al castillo dan cuenta de los criterios perceptivos con los que se jerarquiza la trama urbana existente.
Esta monografía de la editorial Electa es la traducción al italiano del texto publicado originalmente en alemán en 1992, al hilo del interés posmoderno que despertó su obra. Aunque su edición actual apenas recoge algunas nuevas precisiones relativas al castillo de Praga y una mejora general en la reproducción de las imágenes, el tiempo transcurrido anima a releer la arquitectura de Plecnik más allá de su libérrimo empleo del lenguaje clásico y valorar así otros aspectos como la solidez constructiva de sus detalles y, sobre todo, las lecciones de urbanidad que imparten sus intervenciones en el paisaje de la ciudad.
