Opinión 

Higiene e intimidad del baño

Las formas de la limpieza corporal

Opinión 

Higiene e intimidad del baño

Las formas de la limpieza corporal

Georges Vigarello 
01/01/1988


Anuncio de jabón de baño, 1894.

La consagración de la higiene como un valor social de aceptación imprescindible trajo consigo grandes cambios en lo urbano y en lo doméstico. La ciudad del XIX pasó a ser una gran metáfora del cuerpo humano, recorrida por secretos fluidos que la defendían de esos mefíticos horrores específicamente urbanos que eran las epidemias. Tomando como punto de partida una Edad Media que confunde la limpieza con los modales, y pasando por una Edad Moderna hidrófoba, Vigarello establece la fecha de nacimiento de uno de los conceptos básicos de la civilización contemporánea que, naturalmente, ha conocido también unos cambiantes reflejos espaciales.

La limpieza que aquí consideramos más antigua es aquella que se dirige exclusivamente a las partes visibles del cuerpo: el rostro y las manos. Estar limpio es mantener cuidada una zona limitada de la piel: tan sólo la que emerge del vestido, la que se ofrece a la vista. Las reglas y los libros de urbanidad que dictaban en la Edad Media el comportamiento de los niños nobles no decían otra cosa: tener siempre limpias las manos y la cara, llevar un vestido decoroso, no rascarse la cabeza de una forma demasiado ostensible. Ninguna referencia a las interioridades del vestido o las sensaciones de la piel. Ninguna alusión a sentimiento íntimo alguno. En la Edad Media existe una limpieza corporal, pero ésta se dirige a los otros, a los testigos. Incumbe a la inmediatez de lo visible. Esos actos arcaicos de la limpieza física se ordenan así en un tejido de sociabilidad. Pero su historia muestra en primer lugar hasta qué punto son en primer lugar las superficies perceptibles del cuerpo y la mirada del otro las que fijan su código... 
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