Opinión 

Artistas y artesanos

La decoración como elemento arquitectónico

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Artistas y artesanos

La decoración como elemento arquitectónico

Peter Thornton 
01/01/1988


Willibald Richter, gabinete de Lañcut, residencia de la princesa Lubomirska, Polonia, 1829.

La decoración de los interiores puede llegar a suponer un replanteamiento global del espacio arquitectónico. Y, sin embargo, esa última aportación a la obra no siempre se ha adjudicado al arquitecto. Peter Thornton apunta en este artículo el desarrollo de una tradición de discrepancias que sólo se ha obviado en los momentos en que el proyecto doméstico ha descendido al detalle ocupando un territorio que con frecuencia corresponde al propio cliente y al decorador. A lo largo de los tres siglos que abarca la gestación y el auge del nuevo concepto de interiorismo, la arquitectura asiste al nacimiento de un nuevo oficio subsidiario pero rival.

Si observamos las habitaciones en las que viven nuestros conocidos y amigos personales, resulta obvio que hay muchas formas diferentes de organizar y decorar una casa. Sin embargo, cada período de la historia tiene su propia forma de ver las cosas —su propia «visión de la época», por así decirlo— que por algún extraño procedimiento parece afectar bastante a todos. Esto significa, en efecto, que la gente de las esferas sociales que prestan atención a la moda, aunque sólo sea de forma limitada, posee una opinión común (y en realidad, muchas cosas más) sobre las habitaciones. Esto supone que en ese momento se considera generalmente aceptable un cierto grado de densidad en la disposición del mobiliario. Significa que en unas épocas se tolera más que en otras un elevado número de objetos en masse dentro de una habitación. Esto quiere decir que hay variaciones en el número de motivos ornamentales que el ojo puede asimilar: al final del período Victoriano eran muchos, mientras que en los años treinta eran pocos. En el momento actual parece que el gusto contemporáneo puede tolerar motivos y disposiciones bastante más minuciosos que el de los años treinta a setenta. Aunque siempre habrá excepciones, lo que caracteriza, por tanto, a un período en el campo de la decoración de interiores es la densidad del motivo ornamental y la disposición que predomina en dicho momento. El cambio es más rápido de lo que cabría suponer (por ejemplo, no es una cuetión de que cada generación tenga un punto de vista fijo sobre estos asuntos) y espero que finalmente sea posible, con la práctica, reconocer fácilmente las características de una década. Se sobreentiende que dichas características no son simplemente una cuestión de decoración de las paredes, del mobiliario utilizado o del dibujo de la alfombra. Es algo mucho más sutil y en este momento sólo puedo definirlo como una cuestión de densidad... [+]


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