(1928-2000)
En aguas del Pacífico, a bordo del Queen Elizabeth II un infarto ponía un final teatral fiel a la trayectoria vital de Fritz Stowasser, el heterodoxo artista que bajo el apodo de Friedensreich Hundertwasser incorporó sus inclasificables construcciones a la lista de atracciones turísticas de Viena. Defensor a ultranza del individualismo, este profesor de pintura se dio a conocer en 1958 con el ‘Manifiesto del moho’, en el que arremetía contra el racionalismo en la arquitectura. Enemigo de la línea recta, sus edificios —dotados del aire colorista y caprichoso de un juguete— incorporaban siempre la espiral, resumen de una particular batalla contra la monotonía que le llevó también a llevar calcetines de distinto color y a dar discursos desnudo. Autor de la Kunsthaus de Viena y del edificio que lleva su nombre en la capital austriaca, procuró construir con criterios ecológicos y se rebeló contra la figura del arquitecto como dictador del gusto. Su obra, repartida por diversos países europeos, ha llegado hasta Nueva Zelanda, el lugar que eligió para vivir durante gran parte del año y donde los aseos públicos que proyectó en la localidad de Kawakawa son ya un lugar de peregrinación turística.