(1918-1999)

Octogenario y vital, Aldo van Eyck falleció inesperadamente a principios de año, pero su nombre estará para siempre asociado a la infancia. Los parques de juego que diseña mientras trabaja para la oficina de Obras Públicas impregnan de optimismo tanto los rincones más sórdidos del Amsterdam de la posguerra como su obra posterior. El orfanato municipal de esta ciudad —una proliferación de bóvedas ordenada y laberíntica, capaz de adaptarse con flexibilidad a las necesidades cambiantes de los niños— se convierte en el emblema construido del estructuralismo holandés, movimiento surgido en torno a la revista Forum, editada por Jaap Bakema, Herman Hertzberger y el mismo Van Eyck entre 1959 y 1963. El pabellón de esculturas de Sonsbeek en Arnhem (1966) y la iglesia Pastoor van Ars en La Haya (1970) culminarán su década más fructífera. Con la residencia para madres y niños, Van Eyck confirma en los setenta la aproximación colorista y socialmente sensible a la arquitectura que ya en los cincuenta le había llevado a participar, como miembro del Team X, en la revision crítica y antropológica de los principios del Movimiento Moderno llevada a cabo en el seno de los CIAM.


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