Este paseo por Córdoba, Sevilla y Granada es también un recorrido por el itinerario intelectual de su autor. Rafael Moneo reúne tres textos concebidos en décadas sucesivas que examinan tres obras monumentales construidas entre el siglo VIII y el XX en ciudades andaluzas, y el diferente enfoque con que aborda el análisis de las vicisitudes experimentadas por los edificios en el tiempo da testimonio de la mutación de sus intereses críticos. La mezquita de Córdoba le sirve para cartografiar la estructura formal que subyace a las distintas ampliaciones, incorporaciones o cambios producidos a lo largo de ocho siglos; la lonja de Sevilla se emplea para leer detalladamente el Discurso de la figura cúbica de Juan de Herrera para comprobar la influencia de las ideas del arquitecto en la obra construida a caballo de los siglos XVI y XVII; y el carmen de Rodríguez-Acosta en Granada es objeto de una minuciosa investigación para averiguar la autoría de los diferentes arquitectos que intervienen en los proyectos que se suceden entre 1916 y 1926.
El texto de la mezquita, impartido como conferencia en Harvard en 1977, explica de qué manera la composición formal originaria cristalizó la imagen y la estructura del edificio, sin que estas se vieran alteradas por las intervenciones ulteriores, argumentando que «la vida de los edificios está soportada por su arquitectura, por la permanencia de sus rasgos formales más característicos», y defendiendo el respeto a la identidad arquitectónica cuando la obra deba modificarse en su transcurso histórico para adaptarla a nuevas necesidades o demandas.
En el artículo sobre Herrera y la lonja, redactado para un Festschrift con ocasión del setenta aniversario del historiador Eduard Sekler (1920-2017), Moneo explora de forma prolija los vínculos del Discurso con Raimundo Lulio y propone entender la lonja como un ‘cubo elementado’, argumentando la congruencia entre la cosmología del arquitecto y la rotunda obra que levantó frente a la catedral, aunque salpicando el texto de múltiples interrogantes, desde los que se refieren a la propia autoría del Discurso —Manfredo Tafuri discutió su atribución a Herrera, como también pondría en duda que Pedro Machuca fuese el arquitecto del palacio de Carlos V en Granada— hasta la imprecisa relación entre las trazas de Herrera para la lonja y la obra finalmente construida con intervención de muchos otros arquitectos.
La autoría múltiple está también presente en el escrupuloso examen de la construcción del carmen granadino, publicado como libro en 2000 y ahora reproducido aliviándolo de una parte de las ilustraciones —que aún así superan el centenar, por desgracia deficientemente reproducidas—, pero conservando el espíritu inquisitivo o detectivesco que le permite completar el puzle histórico con multitud de indicios para concluir que el único autor genuino, más allá de los arquitectos que intervinieron en los diferentes proyectos, no es sino el artista dueño de la casa, que quiso con ella ofrecer su autorretrato arquitectónico.
El conjunto de artículos ofrece a su vez un autorretrato crítico de Rafael Moneo, cambiante como lo han sido sus intereses, pero reconocible en la permanencia testaruda de su empeño en insertar la arquitectura nueva en la existente, y de los edificios históricos en el flujo de la vida. De áspero acceso para el profano, con la probable excepción del primero de ellos, los textos triangulan la biografía intelectual del más culto maestro contemporáneo, y de quien mejor nos ha hecho escuchar las voces del pasado.