De los sistemas estructurales inspirados por la naturaleza, las estructuras ramificadas o arbóreas son probablemente las que presentan una analogía formal y funcional más directa y coherente. Sin embargo, el comportamiento resistente de los árboles y los requerimientos a los que deben hacer frente son muy distintos a los de las estructuras ramificadas.
En primer lugar, la relación naturaleza/estructura de estos sistemas resulta clara si comparamos la función de las distintas partes de un árbol —que explican su forma y proceso generador— con la que da origen a las estructuras ramificadas. En los árboles, las hojas desarrollan una función esencial para el crecimiento del árbol, y requieren una gran exposición al sol por el proceso de fotosíntesis. Las ramas son los soportes que permiten distribuir eficazmente las hojas en función del tipo de árbol y del ambiente, garantizando una máxima exposición al sol durante todas las horas del día. Asimismo, las ramas constituyen, junto con las raíces y el tronco —que cumplen también la función de dar soporte y forma al árbol—, un sistema ramificado de transmisión de flujos (agua y nutrientes procedentes de la tierra y el azúcar generado en las hojas a las ramas y al tronco). Son, por lo tanto, los requerimientos funcionales los que de manera más clara explican la forma y configuración de los distintos elementos de un árbol (...)