En el mundo actual, muchas veces grandes realizaciones pasan desapercibidas por su sencillez o quedan en el silencio crítico. Voy a señalar dos en el territorio de la museística italiana, y en la ciudad renacentista por antonomasia, Florencia: el nuevo Museo dell’Opera del Duomo y el nuevo Istituto Ospedale degli Innocenti.
El primero fue inicialmente un edificio utilizado desde 1296 para albergar la llamada Opera del Duomo, una institución fundada por la República de Florencia y conformada por directores de obra, artistas y trabajadores que se debían ocupar de cuidar el edificio de la catedral. En 1400, por razones de espacio, la Opera se trasladó a su hogar actual, una mansión construida en una antigua casa de campo contigua a los hornos del taller del escultor Lorenzo Ghiberti (la misma donde el artista fundió las puertas de bronce del Baptisterio). Aquí también, en 1500, Miguel Ángel esculpió el famoso David.
Terminada la catedral (1436), la Opera siguió activa con la tarea de garantizar su mantenimiento . En 1891, la institución se abrió al público, transformando en museo algunas de sus salas. En 1998 la Opera compra el antiguo teatro adyacente, llamado ‘Intrepid’, construido por el Gran Duque Leopoldo en 1779, y que se había convertido en un garaje en los años 1960.
La ampliación y rehabilitación del Museo dell’Opera del Duomo ha permitido duplicar la superficie útil del museo, que pasa de 2.400 metros cuadrados a 6.000, gracias a 25 salas distribuidas en tres plantas que dan cabida a 750 obras. Todo ello merced a una inversión de 45 millones de euros de recursos propios. El director y autor del proyecto museológico es monseñor Timothy Verdon, mientras que el diseño arquitectónico corresponde a Adolfo Natalini en colaboración con Piero Guicciardini y Mario Magni.
El proyecto museológico se centra desde el principio en la arquitectura, arrancando en Arnolfo di Cambio y pasando por Filippo Brunelleschi. La primera sala principal (la que fue garaje y teatro) contiene una extraordinaria reconstrucción a escala real de la primera fachada de Santa María del Fiore, de acuerdo con el primer proyecto de Arnolfo. Frente a ella encontramos las puertas y estatuas originales del Baptisterio, traídas aquí para salvarlas de la polución. Las grandes esculturas están dispuestas en las partes inferiores de la fachada, de manera que permiten una lectura atenta, mientras que las copias están reubicadas en sus posiciones originales para permitir la vista real en perspectiva y, por lo tanto, la reformulación del sentido original de la escultura de Arnolfo. Los enormes volúmenes de sus piezas, la cuadratura que se impone a las caras —toda la parafernalia que los críticos habían advertido como de escultor no muy dotado— se demuestran aquí meros trucos para una vista desde abajo. Enfrente, los paneles de Ghiberti dialogan con los profetas de Donatello o de Nanni di Banco con una facilidad que parece un milagro museológico.
La sala mayor y principal del Museo dell’Opera del Duomo contiene las puertas y estatuas originales del Baptisterio de Florencia, así como una reconstrucción a escala real de la primera fachada de Santa María del Fiore.
Dos nuevas escaleras se han añadido a la magnífica escalera antigua con el objetivo de mejorar el acceso y la distribución de los espacios. La planta superior presenta la Galería Campanile de Giotto, de 36 metros de largo, con 16 estatuas de tamaño natural y los 54 paneles que adornaban originalmente la torre. La Galería de la Cúpula de Brunelleschi alberga las maquetas de madera del siglo xv y las herramientas de la época utilizadas para la construcción de la cúpula, así como la máscara funeraria del gran arquitecto. Luego sigue la Galería del Coro de Donatello y Luca della Robbia, y la Sala del Altar de Plata, con una exposición de las obras que formaban parte del Tesoro. En manos de Verdon, el museo se presenta como un relato que atraviesa la historia de la arquitectura de la catedral —la fabricca—, con sus manifestaciones escultóricas y pictóricas, un relato de la devoción del hombre hacia lo divino.
El Hospital de los Inocentes
Por otro lado, está el Istituto Ospedale degli Innocenti, una empresa pública dedicada a la asistencia a la infancia y al patrimonio histórico. En 1419, l’Arte della Seta, el gremio de los comerciantes de este producto, gracias a un legado de mil florines (la moneda que dio prestigio a la ciudad) del banquero Francesco Datini Prato, encargó al arquitecto Filippo Brunelleschi diseñar y construir un lugar de acogida y cuidado de los niños abandonados. Inaugurado en 1445, el Hospital de los Inocentes (nocentini eran llamados estos niños abandonados) fue el primer orfanato en Europa.
La arquitectura y el diseño museístico del nuevo Istituto degl’Innocenti es del grupo de arquitectos Ipostudio, ganadores de un concurso internacional celebrado a tal efecto en 2008 y que ha conseguido crear un museo que es a la vez historia social e historia de la arquitectura. Su reapertura tuvo lugar en junio del 2016; la rehabilitación ha costado 13 millones de euros.
Ipostudio reúne de una manera racional y equilibrada todas las funciones y todos espacios dentro de la institución, antes dispersas, merced a un innovador proyecto de restauración y remodelación. Así, el edificio histórico multifuncional se ha reconvertido en un edificio funcional pero que sabe respetar la profunda relación entre la historia de la institución, el patrimonio arquitectónico, la obra de Brunelleschi, el patrimonio de archivos, histórico, artístico y, en fin, todas sus actividades de difusión y acogida. Todo ello en los 4.900 metros cuadrados del nuevo Museo Ospedale degli Innocenti, repartidos en tres plantas y dedicados a exposición, eventos temporales y actividades educativas.
El recorrido por el edificio construido por Brunelleschi en 1445 comienza en la sala abovedada del sótano y termina en el ático con vistas sobre la cúpula, tras atravesar la pinacoteca situada bajo cubierta.
Al comenzar el itinerario del museo, uno se encuentra con un archivo convertido en una especie de altar semicircular de abedul, con 140 vitrinas que exponen, como si fueran exvotos, los pequeños objetos de identificación de los inocentes niños abandonados y recogidos por la institución (medallones, monedas, anillos, broches, estampas, pequeñas cruces, etcétera). Gracias a dos nuevas entradas abiertas en la piazza Santissima Annunziata, y a la ejecución de nuevas conexiones verticales entre los pisos, el museo ofrece nuevas zonas a los visitantes y nuevos servicios a la ciudad.
Estas dos nuevas entradas, definidas por puertas de bronce de accionamiento mecánico, invitan a entrar en el edificio y resuelven el problema del acceso de los diferentes grupos de usuarios. Un nuevo sistema de escaleras y ascensor sirve a cinco niveles, para permitir el acceso a todas las plantas del edificio. La escalera es una estructura de acero pintado de blanco, chapada al interior con piedra de Matraia. Este elemento de conexión vertical, que comunica todos los niveles para permitir el acceso a las zonas que, de otro modo, hubieran quedado inaccesibles, se convierte en una especie de espiga, una guía de conexión entre seiscientos años de mutaciones continuas.
En el tercer piso se encuentra la sala de exposiciones de verdad, la Pinacoteca, un lugar que por forma y por destino concluye el relato museológico. Esta galería recualifica la colección de cuadros del Hospital, reforzando la relación visual que se establece a través de la serie de ventanas. Hay muchos puntos de vista excepcionales entre los senderos de este viaje por la historia de la orfandad y los inocentes en este nuevo Hospital-Museo.
En el último piso, gracias a un nuevo volumen de vidrio, Ipostudio redescubre y devuelve a la ciudad una gran galería, llamada Verone, destinada ahora a café y que en su tiempo fue una loggia donde se tendía la ropa y jugaban los niños. El acceso a este magnífico lugar se produce desde el porche adyacente, a través de un camino caracterizado por un suelo de madera que se extiende a la propia loggia. Los muchos cambios que se suman al edificio producen una positiva sensación de capas (históricas y de diseño arquitectónico) que son al cabo el testimonio de su continua evolución, de su vitalidad y de su historia. El Verone ha recuperado su apertura panorámica original en ambos lados, por lo que disfruta de una vista espectacular de la ciudad y de uno de sus símbolos: la Cúpula de Brunelleschi.
El Ospedale no es un simple museo que custodia obras maestras (de Ghirlandaio, Botticelli o Della Robbia), sino una institución social que muestra los signos de reconocimiento de muchas experiencias humanas. La rehabilitación ha sabido contextualizar las obras de arte en la evolución histórica dentro del tema de la propia historia arquitectónica como un elemento esencial de la función de recepción. El Instituto encarna así el sentido mismo del Renacimiento: crear un hogar para huérfanos implica poner al niño (al ser humano) en el centro del universo: la consigna básica del Humanismo y del Renacimiento cultural.
Kosme de Barañano, crítico e historiador, es autor de Criterios sobre la historia del arte (Kailas, 2016).