Arte y cultura 

Heatherwick y Diller Scofidio en Nueva York

La escalera y la cáscara

Kosme de Barañano 
30/11/2017


The Wessel es un proyecto de Heatherwick Studio; The Shed es una obra de Diller Scofidio Renfro

Dos construcciones están llamando la atención en Nueva York. Dos construcciones, una al lado de la otra, dentro de los Hudson Yards, un proyecto de remodelación urbana en el último tramo del High Line Park. Dos construcciones muy diferentes que, de alguna manera, plantean una pregunta antigua: ¿son esculturas o son arquitectura?

Una de ellas se llama Vessel y es un proyecto de Heatherwick Studio. La otra, The Shed, está firmada por los arquitectos Diller Scofidio Renfro. Unas escaleras abiertas hacia el cielo frente a una cáscara o cobertizo que se mueve y que se cierra.

Construcción de The Vessel
Construcción de The Shed

The Shed es un centro cultural que alcanzará los 19.000 metros cuadrados, con una estructura de base permanente y una cubierta exterior teles-cópica que se puede desplegar sobre la plaza adyacente, con espacios para exposiciones, instalaciones, conciertos y todo tipo de producciones culturales. La sala puede acomodar a una audiencia de 1.200 personas sentadas o 2.700 de pie. El techo entero de la cáscara funciona como una cubierta teatral, capaz de expandirse y contraerse enrollando la carcasa telescópica sobre unos rieles inspirados en el pasado industrial del High Line y el West Side Railyard. Mediante el uso de sistemas de construcción convencionales para la estructura fija, y la adaptación de la tecnología de grúas pórtico para activar la carcasa exterior, el edificio flexible se puede ajustar a la programación en el interior o al aire libre.

The Shed se inspira en el Fun Palace (1964), la máquina teatral ideada por el arquitecto Cedric Price y el director de teatro Joan Littlewood. La cáscara, que pesa más de 4.000 toneladas, se mueve por una pista de doble rueda basada en las grúas utilizadas en los muelles vecinos, y es capaz de desplegarse en cinco minutos. Con la finalización de su enorme armazón de acero, ‘el cobertizo’ está programado para abrir en la primavera de 2019. El exalcalde Michael Bloomberg lo ha dotado de 75 millones de dólares destinados a programación.

¿Escalones a ninguna parte?

A un lado de este cobertizo móvil se está construyendo The Vessel, un conjunto de escaleras de 15 pisos de altura que se concibe como una escultura. Está compuesto por 75 unidades prefabricadas por Cimolai en Monfalcone (Italia), y luego enviadas a Nueva York, y que dan pie a 154 tramos de escaleras interconectados, 2.500 peldaños individuales y 80 descansillos: una milla de camino en escalada.

La estructura se va ampliando considerablemente a medida que se sube, desde una base de 50 pies de diámetro (unos 15 metros) hasta 150 pies en su punto más alto (unos 45 metros) todo dentro de un marco de acero estructural pintado, con las superficies de la parte inferior cubiertas por una piel pulida coloreada en cobre. Estas escaleras recuerdan a las pasarelas interiores de la biblioteca principal de la Universidad de Nueva York, construida en 1973 por Philip Johnson y Richard Foster como un atrio de 12 pisos con una caída de 45 metros en el que se han suicidado ya varios estudiantes.

El diseño dramático de The Vessel está inspirado en los baori o ‘aljibes escalonados’ de la India, con sus centenares de escaleras en descenso. Pero aquí es al revés: un stepwell que sube al cielo de New York, que busca un escenario. The Vessel es una atalaya o un puesto de guardabosques que controla el High Line y el West Side de Manhattan. Alrededor hay un parque de doscientos árboles ya crecidos, ocho mil plantas, y un pasillo de agua diseñado por Nelson Byrd Woltz.

The New York Times ha llamado a The Vessel «una escalera a ninguna parte» (a stairway to nowhere); otros críticos lo consideran un kebab, la parrilla vertical que da vueltas, el gyros griego; a otros les recuerda la inclinación de las escaleras en la estación de metro en Lexington-63rd Street; finalmente, para otros es un gewgaw, un juguete barato de la ‘Edad Dorada’ contemporánea a Trump.

Heatherwick se ha ganado una reputación internacional por realizar trabajos que buscan el asombro (como pedía Aristóteles a la filosofía) y muestra su ingenio en muchos campos: la arquitectura, el mobiliario, el diseño, la moda, pasando por la escultura, el transporte y la planificación urbana. Recientemente, junto con Norman Foster, Heatherwick ha realizado en el centro de Shanghái un auditorio inspirado en los teatros tradicionales chinos, que está envuelto por un ‘velo móvil’, una fachada de tres capas compuestas por tubos colgantes de bronce con un mecanismo que la abre. Heatherwick también ha trabajado en el Zeitz Museum of Contemporary Art Africa en Ciudad del Cabo (MOCAA), recientemente inaugurado.

Arquitectura o escultura

La pregunta que ambas construcciones plantean es la pregunta por su pertenencia: su device, es decir, su aparato, su recurso, su estrategia, ¿pertenece a la arquitectura o a la escultura?

En ambos casos hay un profundo compromiso con la integración del diseño en el conjunto de una obra, la búsqueda de nuevos materiales apropiados a las soluciones pensadas, donde la elegancia formal va de la mano con la técnica. Ambos se dirigen a la tactilidad, a la textura y, sobre todo, a la forma extraordinaria. Ambos son un nuevo tipo de hito público: atractivo e interactivo, destinado a ser escalado y explorado. Pero entre ellos hay una diferencia radical.

The Vessel no es arquitectura; es un menhir contemporáneo, una infraestructura convertida en escultura. Un objeto sometido a la gravedad que actúa como un aparato para la reorientación del cuerpo en relación con el suelo y con la ciudad. Es un signo. Su intrincada simetría y estética se separan de la escalera clásica como signo de poder y prestigio; hacen de ella un objeto popular y sin función. No llega a ningún sitio, se repliega sobre sí misma: la escalera como punto de reunión, como lo fueron los bancos de Scott Burton en los años 1980. Por su parte, The Shed es un maravilloso cobertizo diseñado para cambiar físicamente a voluntad, pero su fin es proteger, acoger al ser humano: es una arquitectura de infraestructura.

Kosme de Barañano, historiador y crítico, es autor de Criterios sobre la historia del arte.


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