«El día que se ganó la Expo era un miércoles o un jueves de diciembre, día de labor y época de frío. La ciudad se convirtió en un hervidero de gente feliz. Era lo más parecido al día que Zaragoza ganó la Recopa con el gol de Nayim. Luego vino el día a día de preparar un evento como éste, y la cosa adquirió otro color. Hubo quien se impacientó porque no veía empezar las obras; y luego se oyeron las voces de los clásicos cenizos: que no vamos a llegar a tiempo, etcétera, etcétera. Aunque muchos pongan caras escépticas, los domingos por la mañana hay cientos de familias que dan un paseo por las inmediaciones de la Expo para ver cómo va todo. Luego, cuando se inaugure, pasarán allí todo el día. Porque el zaragozano es muy, muy callejero. A pesar de los rigores del clima no deja nunca de salir. Está por ver si vendrá mucha gente de fuera, pero no hay duda de que los de aquí van a llenar cada día el recinto; y también de que acudirá todo Aragón. Los pases de temporada se agotaron a los pocos días de ponerse a la venta. Y eso que creo que eran más de 40.000…»
Escritor y periodista, Miguel Mena conoce la ciudad y la provincia de Zaragoza como la palma de su mano, así que es capaz de resumir en unas pocas frases cómo sido el ambiente en torno a la Expo: primero alegría, después escepticismo y ahora, cuando apenas queda un mes para su apertura, expectación. La mítica fecha de Sevilla 92 está ya un poco lejana, pero no tanto como para haber olvidado que allí se vivió de la misma manera. Aun así, no es el éxito del evento —que puede darse por garantizado— lo que verdaderamente cuenta, sino su repercusión posterior. Con la organización de la Expo 2008 se ha preparado, abonado y sembrado un campo de oportunidades que empezó enseguida a dar sus frutos: ya en 2006 se crearon en la ciudad 4.000 nuevos puestos de trabajo (con la construcción y los servicios como sectores más beneficiados), de los que más de 1.200 podrán mantenerse a medio y largo plazo... [+]