Necrológicas 

Del verbo al verso al ver

Vicente Verdú, 1942-2018

Luis Fernández-Galiano 
30/09/2018



Periodista, poeta y pintor, Vicente Verdú transitó desde la prosa intelectual que convirtió en su profesión hacia la lírica emotiva donde vertió su intuición, y hasta la práctica artística que culminó su itinerario vital, dramáticamente cerrado este verano aciago. De formación francesa y fertilización anglosajona, Verdú ocultaba la amplitud generosa de sus conocimientos tras una destreza literaria deslumbrante que fingía producto sólo de una sensibilidad exacerbada. Doctor en Ciencias Sociales por la Sorbona y miembro de la Fundación Nieman de Harvard, removió con su curiosidad versátil el periodismo español, como redactor-jefe de Cuadernos para el Diálogo y después figura clave del diario El País, donde fue Jefe de Opinión y Jefe de Cultura, escribiendo en él ininterrumpidamente desde 1982 hasta su muerte, una labor que haría compatible con la publicación de innumerables libros de ensayos, entre los cuales el esencial El estilo del mundo: la vida en el capitalismo de ficción.

Compartí con él muchos años de reuniones semanales en la programación del suplemento literario de El País, llamado de los Libros primero y de las Artes y las Letras después, donde Verdú introdujo en el periódico de Juan Luis Cebrián una dimensión insólita, trayendo lo cotidiano a la arena de lo público como antes había hecho en su poesía y sus ensayos, y alumbrando asuntos como la felicidad o el confort. El segundo director de El País, Joaquín Estefanía, nos encargó a los dos en 1993 la redacción de una página de arquitectura, que se publicaría hasta 2006, y durante esos catorce años crecieron tanto mi amistad como mi admiración por él. Su devoción por la arquitectura fue a su vez en aumento, y contaminaría desde entonces buena parte de sus artículos y columnas, de manera que a nadie sorprendió cuando el Colegio de Arquitectos le nombró Colegiado de Honor, una distinción que valoraba por encima de sus innumerables premios como periodista.

Escribió artículos memorables en Arquitectura Viva, y dejó testimonio abundante en el periódico de su afecto por esta revista y los que la hacemos. En su última etapa, la pasión por la arquitectura se desplazó hacia la pintura, una actividad a la que se entregó caudalosamente. Escribí el prólogo de uno de sus catálogos de exposición, y fui el primer comprador de sus lienzos, fascinado por la energía y el talento cromático de su pintura. El diagnóstico del cáncer y la evolución de la enfermedad suscitaron una ceremonia de los adioses que se prolongó durante meses; en los últimos, publicó tres libros que cierran un itinerario deslumbrante: los aforismos de Tazas de caldo abrevian lúcidamente su pensamiento, los poemas de La muerte, el amor y la menta transmiten con emoción la experiencia de la enfermedad, y los lienzos de Celebración de la pintura componen su legado artístico postrero. Cuando desaparece alguien de tan variados talentos y fértiles logros, la convención ordena buscar consuelo en la obra que deja. Pero Vicente era y ya no es, e inconsolables nos preguntamos qué fue de tanta invención, qué fue sino verdura de las eras. 


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