La exposición Universal de 2020 ha abierto sus puertas. Ya proliferan por la red las fotografías nocturnas de los pabellones silueteados contra el fondo excesivo de Dubái. Y, junto a las imágenes, también proliferan las palabras de una retórica que, si por un lado sigue entroncando con los discursos del siglo XIX —el progreso, la internacionalización, el cosmopolitismo—, por el otro hace eco de otros relatos contemporáneos como la sostenibilidad, la movilidad y la sociedad de la información. En este sentido, el lema de la muestra no puede ser más previsible: ‘Connecting Minds, Creating the Future’.

La tradición de las ferias internacionales es ya tan larga, y tan intensa ha sido su presencia mediática en los último treinta años, que resulta difícil decir nada nuevo sobre este tipo de actos. Con todo, la celebración de Dubái no deja de tener sus peculiaridades. Se trata de la primera vez que una exposición internacional se celebra en Oriente Medio; una oportunidad para que los Emiratos Árabes Unidos reivindiquen su papel como potencia moderada en un contexto de creciente tensión en el que los Estados Unidos y China — presentes en la muestra con sendos pabellones enfáticos — pugnan por la primacía. Es asimismo la primera vez que los países participantes cuentan todos con un pabellón independiente, lo cual conduce a la reflexión sobre las identidades arquitectónicas. Y es, finalmente, la primera ocasión en que una Expo se celebra en el desierto, lo que ha llevado al empleo de interesantes, aunque no siempre eficaces, propuestas de aclimatación.

La Expo, con sus pabellones, sus retóricas y sus políticas latentes, cerrará sus puertas el 31 de marzo de 2022.


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