Credos globales

De la liturgia al espíritu

30/03/2017


Manuel Herz, Jewish Community Center in Mainz

El templo fue el castillo de la fe, el reducto de la liturgia, el escenario de los dogmas compartidos. Fue la palabra divina hecha piedra, el relicario de los huesos santos, el espacio del fasto, el umbráculo de la oración, el camino ascensional. Iglesias, sinagogas, mezquitas, estupas o pagodas marcaron con su presencia humilde o imponente y su orden ceremonial el día a día de las sociedades tradicionales, y determinaron todo un modo de entender la arquitectura; la misma arquitectura cuya esencia religiosa sigue mostrándose hoy en su afán por congregar y perdurar.

Vivimos días laicos, sin embargo, y el credo firme y el rito implacable de antaño han dejado paso a la ‘espiritualidad’, un concepto más amplio y líquido que alude tanto a la costumbre piadosa compartida por un grupo de fieles como a la devoción que ejerce el individuo a solas, sumido en la introspección. De ahí que el templo contemporáneo ya no pueda ser el castillo de la fe o el reducto de la liturgia, sino el espacio para el espíritu donde conviven lo individual y lo colectivo.

Esta condición se expresa en los ocho templos en cuatro continentes que se presentan en este número cubriendo la mayor parte de las religiones mayoritarias —el cristianismo, el islam, el hinduismo, el budismo— y extendiéndose por climas y tradiciones culturales muy diversas: desde una humilde mezquita en Bangladés hasta un pequeño santuario en el corazón de la Pampa argentina, pasando por un centro budista en la India, una capilla multiconfensional en Japón, una catedral en Nueva Zelanda, una iglesia luterana en Noruega, una misión hindú en Texas o una iglesia católica en Monterrey. Todos son ejemplos en los que el tipo arquitectónico, cuando ya existe, se depura reduciéndose a sus elementos esenciales —la materia y la luz—, como si la sencillez fuese sinónimo de purificación o éxtasis; y cuando no existe, se inventa para dar pie a espacios abstractos y multiconfesionales pensados más para el ensimismamiento que para el rito, en su intento de crear un refugio temporal frente a las tormentas descreídas del capitalismo.


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