De él mismo dijo que había llegado a ser el arquitecto más famoso al oeste de Chicago sin tener el título, y para disfrutar y mantener el estilo hollywoodense de vida que eligió no dudó en cambiar de nombre, e incluso recurrió a la cirugía estética. Fue vendedor de periódicos y aviador antes de relacionarse con la arquitectura, primero como constructor y enseguida como autor de la Casa Hale (1951) y de tres de los modelos del programa de las Case Study Houses promovido por John Entenza. Ya entonces había dejado de llamarse Johnnie Burke y era Craig Ellwood, tenía estudio propio y acudía a clases nocturnas de ingeniería. Recurriendo a entrevistas con amigos y clientes, el historiador Neil Jackson ofrece un relato biográfico de recomendable lectura, digno de ser llevado al cine: éxito, alcohol, drogas, varios matrimonios y retiro como pintor en Italia. Pero además de un temperamento apasionado, Craig Ellwood poseía una rara intuición estructural y un ojo certero: los prismas ligeros y exactos que construyó encarnan con rara perfección esa arquitectura «de piel y huesos» que está en la raíz del Movimiento Moderno. El suyo fue sin duda un auténtico sueño americano.