Para la campaña publicitaria de su Atlas, Phaidon ha elegido la modalidad del bombardeo de cifras. No sólo porque haya pregonado a los cuatro vientos que este enorme volumen con camisa plateada —y vendido en una maleta de plástico para facilitar su transporte— recoge 1.052 edificios de 660 arquitectos, repartidos en 75 países y mostrados a través de 4.600 fotografías en color, 2.400 planos y 389.000 palabras, sino porque ha procurado seducir al potencial comprador despertando su curiosidad por el dato: ¿Cuál ha sido la obra más cara, y cuál la más barata? ¿Cuál es la más grande, y cuál la más pequeña? ¿Quiénes son los cuarenta arquitectos más famosos? Cuando esta estrategia funciona y se abren ávidamente sus páginas, es inevitable cierta decepción; muy compactada y pasada por el rodillo de una maquetación excesivamente homogénea, los proyectos pierden brillo y acaban pareciéndose demasiado entre sí, de modo que más que «la increíble diversidad que caracteriza la arquitectura del presente» se ponen de manifiesto las consecuencias de la globalización galopante.
El adjetivo ‘contemporáneo’ vinculado al título también puede inducir a equívoco. Para poder controlar las dimensiones de su ambicioso proyecto la editorial británica ha incluido sólo edificios terminados entre 1998 y el momento de cerrar la edición. Y los ha seleccionado con el concurso de un panel de expertos, además de mediante el vaciado riguroso de otras publicaciones. En un primer momento se contabilizaron 4.000 edificios, sometidos posteriormente a una criba de la que sobrevivieron un millar, escogidos por su carácter excepcional desde los puntos de vista estético, funcional y/o técnico. Este ingente volumen de excelencia construida se ha ordenado en seis áreas geográficas; y no es muy difícil adivinar que la producción europea se sitúa a la cabeza con 588 edificios, mientras la africana ocupa el último lugar con 24 y se constata que la asiática gana peso frente a la estadounidense. Igualmente el atlas da cuenta del buen momento que atraviesa por ejemplo la arquitectura irlandesa, pero no consigue reflejar en cambio el que también vive la producción belga. Por lo que respecta a nuestro país, figura en un honroso quinto puesto en número de edificios publicados, un total de 66, por encima de los 60 que aparecen de los Países Bajos y muy alejados de Francia, con sólo 32. Moneo, con nueve obras, es nuestro arquitecto más representado. Y le siguen RCR y Sancho y Madridejos, con cinco cada uno —el mismo número que Siza o Calatrava—; tanto Mansilla y Tuñón como EMBT aparecen con cuatro.
A pesar de la monotonía gráfica mencionada, el atlas acierta en líneas generales a mostrar en una o media página lo más significativo de cada edificio seleccionado; los textos explicativos, en los que se desliza algún que otro calificativo, consiguen a veces transmitir las excelencias de la obra en cuestión con más acierto que los planos o las fotografías. Al repasar el contenido y entrar en el juego de las cifras, conviene no perder la perspectiva temporal. Como diría la canción, cinco años no son nada, y más tratándose de arquitectura. Los dos edificios que se han incluido de Koolhaas no dan cuenta de su influencia, mayor en estos momentos que la de Foster, quien con catorce edificios es el más publicado, y al menos tan amplia como la de Herzog y de Meuron, que figuran con diez. Desde aquí animamos a Phaidon para que empiece a preparar la segunda entrega de su atlas. Aunque la arquitectura sea un arte serio está sometida a los dictados de la economía, la política y la moda; éstos y otros factores están ya redibujando sus mapas.