E.1027, bajo esta críptica combinación de cifras y letras se esconden no sólo los nombres de dos amantes —la diseñadora Eileen Gray y el arquitecto Jean Badovici— que buscaban su lugar remoto en el mundo, sino también uno de los tempranos ejemplos del Movimiento Moderno sistemáticamente excluido de las historias de la arquitectura reciente.
Más difundida por los frescos que Le Corbusier pintó sin permiso de Gray, esta casa de vacaciones —construida en Cap Martin entre 1926 y 1929, mucho antes de que el suizo eligiera el lugar para su retiro veraniego— fue levantada en paralelo con la villa Saboya y es, como ésta, un manifiesto abstracto, una plataforma para el disfrute de la luz, el aire y las vistas y, ante todo, una proclama de la vida cosmopolita y anticonvencional de sus habitantes. Pero a diferencia de otras máquinas de habitar más difundidas, la E.1027 arropa la racionalidad moderna con el universo sensual que transforma la carcasa eficiente en hogar vivido y en el que mantas, mesillas, mosquiteros, alfombras y lámparas forman parte integrante tanto del proyecto vital de sus dueños como de la obra de arquitectura.
El libro de Carmen Espegel sigue la estela de publicaciones recientes, —como las de Caroline Constant o Beatriz Colomina— que tratan de recuperar la obra de Eileen Gray y su construcción más emblemática para una narración más plural e inclusiva del Movimiento Moderno. Carmen Espegel trata además de explicitar con su estudio una teoría crítica —planteada por Antonio Miranda a partir de la teoría de crítica lingüística de Tzvetan Todorov—, mediante la cual el objeto de estudio es sistemáticamente analizado desde una estrategia cuádruple que incluye la crítica descriptiva, analítica, interpretativa y poética. Así, la casa es descrita a través de un levantamiento exhaustivo realizado a partir de fuentes primarias y de la toma de datos in situ, para ser después sometida a un proceso crítico que confronta —como si de sucesivas tomografías se tratase— las plantas, alzados y secciones entre sí, y con las representaciones tridimensionales, en un proceso de creciente complejidad que termina con la comparación del proyecto con otras obras de características similares, como la villa en el lago Lemán, de Le Corbusier (1924), la casa de Erich Mendelsohn en Berlín (1929) o la casa Tugendhat en Brno, de Mies van der Rohe (1930).
Tras ser expoliada por soldados alemanes durante la II Guerra Mundial, la casa inició una larga decadencia que alcanzó un estado alarmante en años recientes. Es de esperar que con estudios como el que nos ocupa y tras la compra del inmueble por parte del gobierno francés y su restauración en curso, se pueda recuperar esta pieza temprana del habitar moderno, en la que la tecnología y la tradición, la razón y los sentidos se dan ejemplarmente la mano.
