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Bonet Castellana: de sillas y siglas

Marta García Carbonero 
30/06/1999


Puede decirse que Antonio Bonet Castellana empezó a lo grande. Colaborador de Sert y Torres Clavé, representa al GATCPAC en el mítico CIAM de 1933 siendo estudiante, y comienza así una carrera que puede resumirse en sus acrónimos. En París trabaja en el estudio de Le Corbusier, donde coincide con Juan Kurchan y Jorge Ferrari-Hardoy, coautores de la silla BCK. Sorprendido allí por la Guerra Civil, se instala en Buenos Aires, donde permanece hasta 1963. 

Participante activo en los foros de discusión argentinos, Bonet construye lo aprendido en París y Barcelona en el edificio de ateliers de la calle Suipacha de Buenos Aires o en la Rinconada, su casa en la urbanización Punta Ballena (Uruguay), de cuya ordenación también se hace cargo. Los sistemas constructivos BSC y BGB son prueba de su interés por la prefabricación. En 1958 abre estudio en Barcelona y simultanea su actividad a ambos lados del Atlántico. El incipiente despegue del turismo en España le procura numerosos encargos, entre ellos el plan regulador de La Manga del Mar Menor y los apartamentos Chipre y Cala Viña en Salou. La vivienda junto a la laguna de La Ricarda, y el Canódromo Meridiana en Barcelona son las obras más señaladas de su producción española. 

El volumen que nos ocupa no es una monografía al uso. Siguiendo la estructura característica de la colección ‘Clásicos del Diseño’, centrada en arquitectos con una destacada producción de mobiliario, este retrato de Antonio Bonet se articula en tres partes. Unos comentarios de varios autores sobre su trayectoria preceden al archivo de diseño que muestra con planos y fotos sus proyectos más relevantes, para terminar con una recopilación de sus (escasos) escritos y el facsímil de la revista Austral, testigo de la aportación de este catalán al debate arquitectónico suramericano. Imprescindible para no olvidar la obra de uno de nuestros más notables mayores. 


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