Quizá ensombrecida por la obra de Le Corbusier, su discípulo más aventajado, la arquitectura de Auguste Perret tiende un vínculo fundamental entre la tradición beauxartiana y la renovación técnica, constructiva y formal del Movimiento Moderno, que no ha gozado hasta ahora de la proyección editorial que se merece. Fiel al canon académico en el que se formó, su obra es inseparable de las estructuras de hormigón que llevó a cabo al frente de la empresa que dirigía junto con sus hermanos Gustav y Claude. El edificio de apartamentos en la rue Franklin de París (1905) —que exhibía un esqueleto portante plementado con paños revestidos de relieves cerámicos— o la iglesia de Notre Dame en Raincy (1926)—en la que las columnas que sustentan la cubierta se separan de una envolvente no portante de piezas prefabricadas—son algunas de las obras con las que se adelantó a las vanguardias con un racionalismo decantado por la experiencia práctica, sólo posible desde su doble faceta de arquitecto y empresario. El libro publicado ahora por Karla Britton muestra sus escasos escritos y agrupa en seis apartados los distintos argumentos que hilan su producción, haciéndolos coincidir de forma algo forzada con tipologías edilicias concretas, como los teatros, las iglesias o los edificios de apartamentos. Este volumen completa así con un discurso crítico la reciente edición de Les Frères Perret: L’Oeuvre Complète, el catálogo de sus obras.