Al norte de Santander, entre el Sardinero y el futuro parque de la Vaguada de Las Llamas, se encuentran las instalaciones deportivas más importantes de la ciudad: el campo municipal, sede del Racing de Santander, y el nuevo palacio de deportes que servirá además como escenario para espectáculos culturales diversos. El contraste entre ambos recintos es notable: al prisma de hormigón del campo de fútbol se opone la forma redonda y revestida de acero inoxidable del centro de eventos.

El palacio se asienta sobre una plaza rehundida que establece un espacio público propio y conecta el nivel inferior de la pista con la zona más próxima al estadio. El acceso del público tiene lugar a través de siete entradas situadas en el perímetro de la nave, mientras que las autoridades y los deportistas entran al palacio por la embocadura, situada dos niveles más arriba, de modo que las circulaciones y los flujos no se cruzan y son claros.

En el punto de contacto del edificio con el suelo, una fachada de vidrio transparente en laza y al mismo tiempo separa las poderosas masas del edificio y el terreno. Tras atravesar este velo se descubre un corredor de directriz curva sobre el que gravita un techo convexo, prolongación formal del volumen exterior. Desde este corredor salen proyectadas las escaleras que conducen al espacio abovedado de la gran sala, el corazón del palacio.

La necesidad de crear un escenario polivalente genera la forma circular de la sala: dos círculos excéntricos con un anillo de gradas entre ellos. Las gradas aumentan en número y en altura en el sentido opuesto al foco del eje de simetría sobre el que se situaría un hipotético escenario, aprovechándose de este modo el mayor número de asientos fijos para todo tipo de espectáculos. La forma circular genera una estructura de vigas de hormigón radio-concéntricas con la pista, que sirven de soporte al graderío y generan un vestíbulo público circular en el cual los vomitorios se disponen radialmente, favoreciendo tanto el acceso como la evacuación del recinto... [+]