La posibilidad de construir un edificio comercial en la manzana generada por la intersección de las calles New Change, Cheapside, Bread y Watling, frente al ábside de la Catedral de San Pablo, pasaba necesariamente por plantearse, al menos, tres preguntas de distinta índole: ¿Cómo dar continuidad a la trama colindante de calles comerciales?, ¿cómo relacionarse, manteniendo su protagonismo visual, con la presencia de la catedral?, ¿cómo dar forma a la extensa cubierta del nuevo edificio, visible desde la cercana cúpula de San Pablo?

El esquema general del proyecto da cuenta de estas tres cuestiones. La red comercial de las calles adyacentes se prolonga en el edificio gracias a varios pasajes interiores, dispuestos según dos ejes prácticamente perpendiculares entre sí que confluyen en un atrio central, evocando con esta disposición la propia de los pasajes decimonónicos parisinos, pero también la de los londinenses, como los históricos de Burlington y Piccadilly.

Los locales comerciales y las oficinas se ubican a lo largo de los cuatro brazos de los pasajes. Tres de ellos están cubiertos; el restante, más urbano, permanece a la intemperie, y se desarrolla a lo largo de un eje que, partiendo del atrio del edificio, desemboca en la catedral, poniendo en valor su inmensa cúpula merced a los encuadres perspectivos que se producen conforme el viandante se acerca, desde el interior del centro comercial, a la obra proyectado por sir Christopher Wren. Además, este efecto se acentúa por el juego caleidoscópico de reflejos producido por las superficies de la fachada del edificio.

La búsqueda de la relación visual con la Catedral de San Pablo determina también el planteamiento de la cubierta, que se concibe a la vez como una prolongación de la volumetría de las manzanas del entorno, y como un paisaje en sí mismo, de topografía sinuosa, que es accesible desde un núcleo de comunicación situado en el atrio. Con sus vistas panorámicas de la ciudad, la terraza se convierte en una singular prolongación vertical de la trama urbana.

La elección de los materiales empleados en la fachada del edificio contribuye a acentuar, desde el punto de vista perceptivo, los argumentos del proyecto. Así, mientras que al exterior los acabados son mates y uniformes —como las fachadas de ladrillo y piedra de los inmuebles cercanos—, al interior son pulidos y brillantes: sus reflejos generan trampantojos que invitan a explorar el pequeño mundo uterino de los pasajes comerciales.