Pese a que el fuerte crecimiento de los últimos años ha hecho de la economía brasileña una de las más importantes del mundo, el país sigue teniendo carencias que resultan particularmente evidentes en el ámbito de la cultura y la educación, y afectan en su mayor parte a las clases más desfavorecidas. Concebido como un instrumento para combatir tal coyuntura, el Centro de Arte y Educación del barrio de Pimentas, en Guarulhos —la segunda ciudad más poblada del estado de São Paulo— alberga un complejo programa en el que conviven las aulas escolares con los talleres de arte, y los espacios deportivos con los destinados al diálogo y al intercambio de ideas.

La organización del edificio permite dar cuenta de la flexibilidad exigida por semejante mezcla de usos. La pieza surge de la extrusión longitudinal de una sección tipo, de configuración basilical, y está formada por tres naves paralelas, de las cuales la central, más alta, alberga un gran espacio diáfano —un eje de circulación concebido al modo de una calle o un pasaje cubierto—, mientras que las dos laterales, más bajas, compactas y de diferentes tamaños según su programa, cobijan las aulas y los talleres.

Esta disposición da pie a un largo paseo arquitectónico, claramente direccional, que comienza en una plaza exterior sobre la que se proyecta la gran marquesina que señala el acceso al edificio, y termina en un espacio diáfano que, a modo de ábside, alberga las pistas deportivas, después de haber discurrido a lo largo de la calle central definida por la luz que penetra a través de los claristorios y por las pasarelas que conectan entre sí las dos naves laterales.

La austeridad —sólo matizada por los juegos cromáticos de los revestimientos interiores— carcateriza los materiales y sistemas empleados en el edificio. Así, los suelos y techos se dejan con su acabado en bruto, y la mayor parte del programa se distribuye en módulos prefabricados de hormigón armado, grandes y compactos, sobre los que se apoya la sencilla estructura metálica de la cubierta.