Con 370 metros cuadrados de superficie, esta construcción se plantea como una casa tradicional del pueblo, que busca mimetizarse en el entorno a través de una relectura de la tradición vernácula. La vivienda está encerrada entre muros terrosos, que presentan una textura de mortero de cal con acabado de tirolesa, y solo están perforados por puntuales saeteras. Un cuerpo cilíndrico, que alberga la escalera interior, establece una relación en altura con la torre del campanario de la iglesia próxima.

En el acceso se genera un espacio, la pasada, de circulación entre la calle y las viviendas contiguas, donde se ubica la entrada principal, generando un ámbito semiprivado. La casa se vuelca hacia el patio interior de proporciones cuadradas. La relación entre el interior y dicho patio se potencia por el desarrollo diagonal de la planta, permitiendo unas visuales más largas en el interior de la casa. Frente al hermetismo de la planta baja, el primer nivel de la casa se abre al exterior a través de una terraza con vistas de la estepa castellana y la sierra de Guadarrama.

Fotos cortesía del estudio Linazasoro & Sánchez Arquitectura