La ciudad de Troyes debe su irregular tejido urbano a un desarrollo histórico cuyo origen cabe datar en la época romana y que tuvo su momento álgido en el siglo XIII, aunque la imagen característica de sus calles de casas de madera se deba, en su mayor parte, a la gran reconstrucción de la ciudad producida en el siglo XVI, tras un gran incendio.

En este contexto, y ocupando el solar de una antigua manzana gótica, se han levantado estos dos nuevos edificios —un centro administrativo y otro de congresos— definidos por su respeto al carácter del entorno, y que establecen un diálogo respetuoso pero desacomplejado con la historia. Así, mientras que el primero se vincula a un edificio preexistente mediante una serie de pasarelas, el segundo delimita una pequeña plaza y restituye una antigua calle medieval, para articular de este modo el vacío gracias a la concatenación de espacios sociales, un esquema que repite el patrón urbano del casco histórico. El conjunto, que alberga oficinas, una sala de plenos, otra polivalente y un auditorio de 800 personas, evoca en sus cubiertas inclinadas los tipos vernáculos. Estas referencias a la historia no suponen una renuncia al lenguaje contemporáneo; al contrario: en las fachadas, las grandes banderas de hormigón armado conviven con delicadas celosías de madera, mientras que en el interior predominan los acabados secos y abstractos.