Situada en el estrecho de Corea, la isla de Jeju es una maravilla natural cuyo singular ecosistema es fruto de las erupciones del monte Halla. Sometida a los meteoros, con el tiempo la lava solidificada acaba presentado la forma de piedras de tamaño pequeño, porosas y de color terroso o negro, que generalmente se emplean en la construcción de muros de mampostería. En este proyecto, sin embargo, el material aparece suelto para envolver las cubiertas de unas casas semienterradas, de manera que, desde lejos, estas parezcan grandes rocas y se confundan con el terreno sin que pueda advertirse, hasta acercarse a ellas, que se trata de construcciones revestidas con fragmentos de piedra. Pese a la impresión de gravedad telúrica, las casas están construidas con ligereza. Una losa de hormigón armado de 20 centímetros de canto, ligeramente alabeada, forma la estructura principal de la cubierta. Sobre la losa se disponen una lámina impermeabilizante y otra de protección, y por encima de ambas un recrecido de 3 centímetros de espesor, sobre la cual se echan directamente las piedras de Jeju. La iluminación de las casas depende de ventanas laterales y de lucernarios, y se complementa con el sofisticado juego de claroscuros que produce la luz natural al atravesar el tamiz de piedras en los aleros, concebidos como una especie de pérgolas.