Con sus 370 metros cuadrados distribuidos en una sola planta, el proyecto se planteó como el prototipo de una sucursal bancaria flexible y capaz de adaptarse a diferentes enclaves y soluciones tecnológicas en función de las necesidades de la entidad financiera. Su organización es sencilla: una planta cuadrada con un espacio central abovedado donde se dispone una zona de oficina abierta que admite diferentes configuraciones, y donde se sitúan también el área de operaciones y el vestíbulo, iluminados a través de los testeros acristalados del edificio, que coinciden con los dos extremos opuestos del techo abovedado. El resto del programa, como los cajeros, la cámara acorazada, los aseos, los despachos y los cuartos de instalaciones se ubican en torno a este espacio central.

Esta disposición puede girarse en función de las características de la parcela, y todo ello para dar cuenta de dos modos complementarios de entender la banca: la basada en la relación personal con el cliente, por un lado, y la que estriba en las transacciones que se efectúan a través de las redes de cajeros, por el otro. Por lo demás, el prototipo consiste en un sistema barato de pórticos de acero, paneles de cubierta galvanizados y un revestimiento de modulos chapados con ladrillo.