Mãe Luiza no es una favela típica. Su carácter y su personalidad se han ido moldeando por la fuerte creatividad de sus habitantes y por su emplazamiento único, enmarcado entre la reserva natural del Parque de las Dunas y el área comercial frente a la costa en la ciudad de Natal, en el nordeste de Brasil. El polideportivo Arena do Morro forma parte de una propuesta urbana mayor desarrollada junto con la Fundación Ameropa y el Centro Sócio Pastoral Nossa Senhora de Conceição en 2009. Mediante un análisis urbano, se identifican las posibilidades infrautilizadas del barrio, se delimita el espacio disponible dentro de la densa trama construida y se distribuyen nuevas actividades dentro de las zonas que podrían llegar a desarrollarse. La propuesta incluye una espina dorsal de nuevos edificios e intervenciones, que generará una secuencia de actividades públicas en la dirección perpendicular a la calle principal. El polideportivo es el primer proyecto construido dentro de esta propuesta global, e incluye un graderío para 420 personas, salas multiuso para baile y formación, una terraza con vistas al mar, así como vestuarios y aseos públicos.

La estructura existente del antiguo polideportivo —una explanada de cemento bajo una serie de columnas y vigas sin cubierta ni muros— se toma como punto de partida del proyecto. Su geometría se prolonga sobre todo el área, creando una cubierta única cuya forma está limitada y definida por los bordes de la parcela. Este elemento introduce una nueva escala en el barrio y al mismo tiempo se relaciona con la estrategia tradicional de usar una gran cubierta para crear espacios públicos en el nordeste de Brasil, convirtiéndose en un símbolo de la comunidad. Bajo el tejado, el suelo forma un paisaje, construido con terrazo local, que continúa la topografía existente. Las gradas trazan las líneas de contorno del campo deportivo, y los espacios multiuso, las salas de baile y los servicios se acomodan entre ellas. Un muro autoportante ondulado define el perímetro interior, siguiendo el perfil de los asientos en torno al campo y la geometría circular de los espacios independientes. La forma cilíndrica subraya el carácter colectivo de estos espacios y de sus actividades. El espesor afilado y el color blanco de la cubierta contrasta con la trama urbana tosca y colorida de Mãe Luiza. Como si fuera la pieza perdida de un puzzle, el proyecto ocupa una gran parcela disponible en la esquina del barrio, lo completa y define un nuevo y generoso espacio cívico visible desde lejos. Los dos extremos de la cubierta a dos aguas se abren hacia el exterior e invitan a la gente a aproximarse. Desde una distancia cercana, su escala se desintegra visualmente a través de su materialidad y sus detalles arquitectónicos.