Situado en el Parque Cultural de Chengdú, este pabellón reinterpreta el tipo tradicional chino de las construcciones en torno a patios. Además de por dar cuenta del genius loci, la adopción de este esquema se justifica por varias razones. En primer lugar, por el programa, pues se exigía disponer de varias salas de exposiciones, de diferentes tamaños y concatenadas entre sí formando un recorrido; en segundo lugar, por la forma irregular del solar, que pedía una trama ordenada, pero lo suficientemente flexible para adaptarse al perímetro; finalmente, por la necesidad de crear una adecuada atmósfera interior.

Partiendo de estas premisas, el edificio se organiza mediante patios resueltos a la manera de impluvios tradicionales, revestidos de tejas cerámicas, y distribuidos de manera que las salas puedan enhebrarse a lo largo de un paseo arquitectónico, alineándose con el perímetro disponible, pero sin que se pierda nunca la sensación de continuidad en todo el conjunto.

Tal esquema, además, permite un buen rendimiento bioclimático, pues todas las estancias disfrutan de iluminación natural y ventilación cruzada. El uso de materiales locales contribuye al compromiso medioambiental del edificio: los muros están construidos con ladrillos grises autóctonos, colocados a tizón y con una orientación fija e independiente de la dirección de los ejes de los muros. El resultado es una envolvente rotunda, de hasta quince metros de altura, pero tejida con una sutil filigrana cerámica.