Situado en el barrio de Belém, en Lisboa, el nuevo Museo Nacional de Coches forma parte de una iniciativa para promover el turismo cultural en esta zona de la ciudad que destaca por su relevancia histórica ligada a la era de los descubrimientos.

Elevado sobre una plaza pública, el museo se organiza de forma dual; en el pabellón principal se expone la colección de carruajes y en el volumen anexo se sitúan las oficinas, el restaurante y el auditorio. Desde el punto de vista de su implantación en la ciudad, el edificio establece una conexión aérea que parte de la ribera del Tajo, dónde se sitúa el aparcamiento, y cruza el ferrocarril y las avenidas Brasília e Índia. Esta pasarela desemboca bajo el pórtico del edificio anexo, introduciendo a los visitantes en el vestíbulo abierto del auditorio, de manera que se establece un límite complejo entre el espacio público y privado.

Estructuralmente, el pabellón de exposiciones concentra sus cargas en catorce pilares y sobre ellos se apoyan cuatro cerchas metálicas arriostradas entre sí mediante cruces de San Andrés. Por su parte, el edificio anexo está compuesto por un armazón de hormigón, que alberga en su interior tres prismas independientes, cubiertos por una retícula metálica que permite el paso de la luz natural.