Situado en Taizhou, este museo de arte contemporáneo se incardina en el proceso, hoy frecuente en China, de transformar instalaciones fabriles anacrónicas en dotaciones culturales. El edificio se concibe como la pieza fundamental del nuevo conjunto cultural de Shamen, y cuenta con un programa de ocho salas de exposición dispuestas sobre una superficie total de casi 2.500 metros cuadrados.

La idea fundamental de proyecto consiste en ligar tres nociones complementarias: la transparencia, el recorrido y la atmósfera. La transparencia, de índole espacial, se consigue distribuyendo las salas de exposición a diferentes niveles, de suerte que se infiltren entre sí e impelan al visitante a moverse de abajo arriba. Este movimiento se traduce en un recorrido en hélice que, nivel a nivel y capa a capa, lleva al visitante por las diferentes salas hasta alcanzar la planta superior, desde cuya cota irrumpen, por sorpresa, las vistas al paisaje del cercano monte Feng.

En lo que toca a la atmósfera del edificio, esta refuerza la secuencia espacial no sólo merced a los claroscuros que produce la macla de volúmenes, sino también al efecto de contraste entre la textura rugosa del hormigón in situ de los muros y suelos y el acabado, más cuidado, del intradós de las pequeñas bóvedas de cañón cuya secuencia modula rítmicamente los techos del edificio.