Como en muchas ciudades, la historia de Lund se enreda en la de su catedral desde su legendaria construcción con ayuda de un trol en el siglo XI. A ella se deben la escuela primaria más antigua de toda Escandinavia o el studium generale que daría origen a la hoy prestigiosa Universidad. Pero la influencia de la seo medieval también ha llegado hasta nuestros días en lo puramente terrenal: la diócesis luterana continúa siendo uno de los mayores latifundistas de la zona, poseedora de fértiles tierras de cultivo que ahora desea urbanizar, no dejándose arrastrar por la fiebre especuladora sino aplicando su secular modelo de gestión.

El primer hito del nuevo desarrollo ha sido un espacio público que a corto plazo funcionará como foro de debate y dotación para celebrar actividades, pero que contemplado con luces largas constituirá una zona verde en el corazón del futuro barrio. Una tapia construida con ladrillos reciclados define un cuasi hortus conclusus, dejando uno de sus lados abierto a los campos en barbecho. En este flanco, una zona de descanso queda al resguardo de una marquesina en cuyas cerchas de acero, roblonadas como antaño, se han querido releer los procesos manuales que levantaron la catedral a la que este lugar está, al menos titularmente, vinculado.

Foto: Geir Brendeland

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