Desde hace trescientos años, la historia material de la ciudad sueca de Kalmar ha consistido en el trasiego de piedras, que primero se extirpaban del suelo agrícola para favorecer el cultivo y que se utilizaban después para levantar los muros de separación entre propiedades; muros cuyas piedras, una vez derrumbados, constituyeron la materia prima para la pavimentación de las calles y de las plazas de la ciudad barroca. La nueva plaza de Stortorget, situada en el centro histórico, se configura como un espacio indiferenciado y vacío, tan sólo recubierto de diversos tipos de piedras del lugar, recordando así esta transformación física, casi primitiva, del suelo agrícola en lugar urbano.

Las piedras talladas del antiguo bordillo, que durante los últimos ochenta años habían delimitado la circulación de peatones y de vehículos, se retiran para reutilizarse en otros lugares, y las áreas de piedra existentes se amplían para restablecer una superficie unitaria y a la misma cota, mientras que las rutas peatonales y los lugares de reunión se distinguen con un despiece más liso, cuya presencia leve establece la misma diferencia de textura que la que dejan las huellas sobre la arena o sobre la nieve. Los caminos se configuran con grandes losas de hormigón prefabricadas con un acabado de pequeñas piedras de granito. La gama de colores de la mezcla coincidirá con la de las piedras de las superficies mayoritarias, de modo que una aparezca como un fragmento aumentado de la otra. La variedad de tonos y de tamaños de las piedras de la plaza establece una distinción con las que forman las calles de Kalmar, que aparecen más como minerales brillantes que como superficie homogénea.

Además de la nueva disposición del pavimento, que constituye la actuación esencial, se han realizado una serie de pequeñas intervenciones añadidas que tienen un carácter más sensorial que formal y que, a pesar de su mínima presencia, son fundamentales para la percepción del conjunto. Un conjunto de rejillas metálicas circulares agrupadas y cuidadosamente dispuestas, dejan oír un sorprendente e intrigante murmullo de agua en movimiento, procedente de un sistema de pozos subterráneos conectados entre sí que atraviesan el subsuelo de la plaza. Para completar este sutil espectáculo audiovisual, unas pequeñas luces rojas se disponen sobre el suelo, en los edificios circundantes, en la catedral y sobre unos finos mástiles reflectantes que oscilan, a modo de juncos metálicos, en función del viento dominante. A la hora del crepúsculo y durante la noche, estos minúsculos puntos crean un plano virtual de luces rojas que flota sobre la plaza... [+]