La idea de insertar una dotación de gran volumen en una trama de densidad media-baja y entorno rural ha sido el principal desafío del proyecto. Mediante un volumen roto en su lado norte, y siempre mediante la tipología que lo rodea de cubierta inclinada, se logra un volumen acorde al tamaño y dimensión del entorno en el que el frontón se encuentra. La expresividad de la pieza y su singularidad se manifiesta en el uso de tres materiales en bruto: la madera, el hormigón y el zinc. La madera, a través de unas singulares celosías, y el hormigón, como muestra de la masividad del diedro del frontón, se combinan en un juego continuo. En un esfuerzo de síntesis y contención, madera y hormigón se manifiestan de manera aparentemente sencilla, para lo que se ha recurrido a soluciones estructurales notables en la consecución de grandes luces que faciliten la percepción de lo construido y del vacío que lo rodea.

La estructura de la cubierta principal se resuelve mediante un primer orden estructural de pórticos de madera laminada, triangulados mediante un tirante de acero de alta resistencia. Dicho pórtico arranca con un pilarete de inercia variable que apoya sobre la pared izquierda del frontón, definiendo así un espacio translúcido de dos metros que, tamizado por una celosía de madera, permite la entrada de luz superior. El siguiente orden lo conforma un panel estructural de madera contralaminada CLT de altas prestaciones mecánicas, que realiza las funciones de correas entre pórticos y cierre de la cubierta mejor que la tradicional solución a base de correas y tablazón. Además el panel conforma un diafragma rígido, por lo que también realiza las funciones de arriostramiento de la cubierta. Todas las uniones se resuelven de manera oculta; se consigue así un efecto visual de piel de madera nervada en las alineaciones de los pórticos. La cubierta inferior se resuelve con un sistema análogo, a través de vigas principales de madera laminada orientadas según la pendiente y panel de madera contralaminada CLT.

El frontón se cierra lateralmente mediante una celosía de 5,5 metros de altura de lamas de madera laminada dispuestas cada 30 centímetros, que queda suspendida de una viga de hormigón de gran canto y se estabiliza horizontalmente en su parte inferior a través de otra celosía dispuesta en horizontal con la función de viga contraviento en los 25 metros que salva. El encuentro entre ambas se resuelve con uniones a media madera. El resultado es un tamizado suficiente de la luz y una sensación de ligereza desde el interior que es, en cambio, de consistencia y solidez si el volumen se observa desde la plaza.