La escuela Waldorf en la capital de Kenia, Nairobi, está concebida como una pequeña aldea en el bosque para los niños. Con formas orgánicas para adaptarse al entorno natural, los edificios debían construirse de manera rápida y económica, dada su temporalidad, ya que el contrato de arrendamiento del terreno expira en diez años. Las aulas se dispersan en los claros entre los árboles, con una configuración en espiral inspirada en las manyatas, las viviendas tradicionales de los masáis, y otras arquitecturas vernáculas de Kenia.

Reciclando y reutilizando materiales como la madera y las tejas, el proyecto buscaba fomentar la conexión entre los estudiantes y la naturaleza. Para fortalecer este vínculo, se introdujeron los ‘muros vivos’, que se levantan rellenando el espacio entre dos láminas de policarbonato con la tierra sobrante de las excavaciones, y una segunda capa de hojas del bosque. Esta técnica cumplía con la necesidad de levantar la escuela con rapidez y con un coste reducido. El sistema constructivo fue diseñado para ser adaptable y colaborativo, involucrando a niños, padres y maestros. Este enfoque combinó creatividad, sostenibilidad y participación comunitaria para crear un espacio de aprendizaje único.