Tras la caída del muro, las directrices para la reconstrucción de Berlín propugnan la recuperación de la estructura urbana decimonónica a base de manzanas cerradas. Situado en Mitte, en la antigua parte Este y a orillas del Spree, el proyecto parte de una interpretación no estricta de ese precepto, combinándolo con criterios de apertura y transparencia.

Ligeramente retrasado para respetar una hilera de acacias, un volumen monolítico y exento, de 27 x 27 metros, queda abrazado por un cuerpo en forma de L, creando un espacio abierto y cumpliendo a la vez el requisito de construir las cuatro esquinas del solar. El cubo, de vidrio, y sus alas, revestidas de celosía metálica, se elevan sobre una plataforma que sirve de aparcamiento y se conectan con puentes a distintas alturas. Del espacio entre ambos, aprovechado en planta baja como acceso para automóviles, arranca el itinerario ascendente que recorre en zigzag el prisma y centrifuga los usos a su alrededor, ofreciendo vistas de la ciudad y desbordando ocasionalmente los límites del contenedor: en la sala de conferencias, con cinco metros en voladizo, y en el pasillo acristalado que asoma a la Klosterstrasse. Desde el vestíbulo a la terraza que corona el edificio, todo el programa está supeditado a la promenade, convirtiendo el espacio servidor en servido y viceversa.