El Vaticano ha participado por primera vez en la Bienal de Arquitectura de Venecia con una propuesta que pone al día el viejo tema barroco de la propaganda religiosa. Lo hace a través de un conjunto de diez capillas de firma diseminadas por un bosque de la isla de San Giorgio como si fueran las estaciones de una especie de viacrucis contemporáneo, y que se inspiran en la célebre Capilla en el Bosque de Asplund, de la que se ha levantado una replica. La intervención está comisariada por Francesco Dal Co, que ha invitado a diez arquitectos de prestigio cuya creatividad no ha tenido más limitación que atender a dos funciones litúrgicas esenciales: permitir la lectura de las Escrituras y disponer un altar para la Cena eucarística.
Los españoles Flores & Prats, el portugués Eduardo Souto de Moura, el paraguayo Javier Corvalán, la brasileña Carla Juaçaba o el chileno Smiljan Radic son algunos de los arquitectos invitados a participar en el evento, aunque, sin duda, la figura más señera es la de Norman Foster, cuyo pabellón simboliza tres cruces concatenadas y ha tomado la forma de una sutil estructura de tensegridad revestida con celosías de madera
Las capillas vaticanas de Dal Co —tal vez una expresión arquitectónica de los aires renovadores que corren por la sede de San Pedro— serán, probablemente, la instalación más comentada de la 16ª edición de la Biennale, que han comisariado Grafton Architects bajo el lema ‘Freespace’, y que abrirá sus puertas desde el 26 de mayo hasta el 25 de noviembre.