Todos los arquitectos que se tienen por famosos anhelan el gran encargo: un rascacielos. Es como si la consagración de un profesional tuviera su máximo reconocimiento en la altura del encargo, haciendo coincidir las connotaciones física y moral del término.

Los últimos encargos de Frank Gehry contienen esa recompensa prestigiosa que se corresponde con el premio formal del Pritzker: el rascacielos para el Cleveland Tribune y el conjunto de Dallas —la ciudad de prismas de cristal— en el barrio de Turtle Creek. Si éste no es un auténtico rascacielos —para los estándares contemporáneos— sí que es un virtuoso concierto sobre el tema, esencialmente americano, de la manzana de edificios altos. En Turtle Creek, Frank Gehry ensaya su peculiar manera sobre los edificios de gran altura y somete su oficio de arquitecto y escultor de maquetas a la tradicional parcela de diseñar bajo el dominio de lo vertical...[+]