Dentro de un resort a orillas del mar Amarillo se ha inaugurado un modesto centro de exposiciones que busca asimismo convertirse en un lugar de interacción para los residentes.

Con su sólida envoltura compuesta por módulos facetados de hormigón, entre los que se abren ocasionales vanos con carpinterías de bronce, el edificio presenta una apariencia inmutable al heterogéneo entorno.

Las galerías se organizan en espiral en torno a un gran vacío troncocónico, bajo el que se despliega un anfiteatro cuyo fondo puede anegarse y tornar en una lámina de agua cuando no es usado para alguna actividad.