Suspendido sobre la plaza del Largo da Devesa, el nuevo centro cultural de Castelo Branco es un poliedro deformado y facetado que, además de albergar una gran sala de exposiciones y un auditorio, protege la pista de hielo extendida a sus pies. Ambos —edificio y plaza— son fruto de la remodelación que se emprendió para revitalizar el casco histórico de la ciudad portuguesa y restablecer un orden en la circulación rodada. Mientras que la plaza, construida en una primera fase, adopta unas formas blandas que acogen en su centro un remanso de agua —el agua, fluida o helada, es la inspiración metafórica de toda la intervención—, el nuevo edificio, sostenido sobre dos machones brutalistas de hormigón armado, se caracteriza por su geometría facetada, cuyo impacto visual se acentúa gracias al contraste entre los materiales que revisten sus caras: hormigón, cinc y madera.

La propia plaza modela, mediante algunos pliegues, el acceso principal al edificio, desde el que se accede al vestíbulo y a la zona administrativa, ubicados en una planta enterrada sobre la que se extiende en invierno la pista de hielo. Los machones de hormigón hacen las veces de núcleos de comunicación vertical que conectan el nivel de la plaza con la plantas más altas que contienen la sala de exposiciones y el auditorio y se abren a las vistas sobre Castelo Branco, incluido el castillo que da nombre a la ciudad.