Situada en Linescio, un pequeño pueblo del remoto valle de Rovana, en la Suiza italiana, está casa se erige sobre una preexistencia de 200 años de antigüedad cuya función original fue la de secadero de castañas, y construida con robustos muros de mampostería de piedra y un rústico entramado de madera. Preservados los muros, el proyecto ha consistido en crear una especie de caja interior construida en su totalidad con hormigón armado cuidadosamente vertido, tongada a tongada, desde la cubierta, una vez retirada la estructura y el revestimiento originales. Esta solución presenta la ventaja de que el muro de piedra hace las veces de encofrado exterior perdido, sin que se altere, en lo que de más valioso tiene, la imagen de la casa, cuyas carpinterías de madera se han repuesto en su totalidad.

La solución para la envolvente, en la que no se ha empleado más aislamiento térmico que el que proporcionan sus dos hojas —la exterior, de piedra; la interior, de hormigón armado—, ha sido posible por el cambio de uso de la casa, que ha pasado de ser una construcción vinculada a la agricultura y, por tanto, habitada de continuo, a una vivienda para las vacaciones de verano, que permanece vacía durante el resto del año. Por ello no ha sido necesario introducir capas aislantes ni sistemas de calefacción, salvo la gran chimenea de hormigón armado, de ecos vernáculos, que emerge enfáticamente de la cubierta, atravesando las habitaciones de la planta superior de manera que estas puedan aprovecharse, cuando sea necesario, del reservorio de calor que supone el tiro del hogar.