Concebida como un refugio, la Casa Cabo se levanta sobre un conjunto de plataformas construidas con la tierra del lugar, y que van bajando para adaptarse a la pendiente de la parcela. De esta plataforma telúrica emergen una serie de muros del mismo material —tierra compactada—, que se disponen paralelos para enmarcar las vistas al mar y generar una rica secuencia de espacios organizados en torno a un patio central y conectados mediante pasillos y jardines. Los muros son portantes, de suerte que sobre ellos pueda apoyarse el sistema de poderosas cerchas de madera que conforman la estructura de los cuatro grandes tejados inclinados de la casa, cuya altura varía en función de los usos. Esta composición da pie a un atmósfera sombreada y fresca, que se enriquece con los matices producidos por el diálogo entre el interior y el exterior.