La residencia de vacaciones se sitúa sobre los ondulantes campos de trigo y cebada de la región de Skåne, en el extremo sur de la península sueca, en un lugar cerca de la costa desde donde se puede divisar el mar en el horizonte. La belleza de este paisaje rural motivó el deseo de que los espacios de la vivienda pudieran disfrutar del entorno pero sin renunciar a la intimidad propia de la escala doméstica.

Aunque sobre el solar permanecían algunas construcciones rurales en torno a un patio, que en una primera instancia trataron de ser aprovechadas, finalmente lo único que se preservó fue su huella en el terreno. La arquitectura se traza a partir de modelos vernáculos que son abstraídos mediante la introducción de nuevos materiales y detalles constructivos.

Del mismo modo que la casa quiere atrapar el entorno, éste consigue hacerla desaparecer, desmaterializando sus muros blancos y su cubierta plateada frente a la infinidad del horizonte. Sólo la ligera elevación del solar, que pareciera querer configurar un zócalo sobre el que posar la arquitectura, y los grandes árboles de la parcela — un olmo maduro y los tilos que bordean el camino privado de cantos rodados que conduce a la casa— parecen reclamar un discreto protagonismo. El acceso se realiza a través de un espacio alto y oscuro flanqueado por muros revestidos con tablas verticales de madera teñida de negro, recortadas por los planos blancos inclinados de la cubierta. Desde este punto se penetra al patio donde las visuales se deslizan entre la arquitectura hasta alcanzar el paisaje en todas direcciones. El suelo de este recinto se cubre con las mismas piedras del camino pero de distintas dimensiones, tejiendo una alfombra de tex-turas y tonalidades en la que se combinan desde guijarros de playa en el perímetro hasta piedras redondeadas y losas del granito en el interior. En este paisaje artificial sólo se introduce un árbol como elemento de la naturaleza para enfatizar la dualidad de espacio íntimo y a la vez abierto al mundo.

La sencillez del exterior, sólo animada por las contraventanas deslizantes de madera oscura que cierran las generosas aperturas de vidrio, contrasta con el interior del ala norte, donde la sucesión de estancias definidas por altos planos verticales que doblan hasta la cumbrera, conforman un espacio doméstico con vocación catedralicia. Aquí se sitúan la cocina y el salón, dejando en el ala sur, protegida de las miradas, los dormitorios.

La continuidad espacial también se traslada a los materiales utilizados en toda la vivienda: suelos de hormigón pulido, paredes enlucidas y pintadas de blanco y ventanas con marcos casi invisibles de aluminio... [+]