Ligeramente escondido y a resguardo del bullicio de la concurrida Church Street, en el barrio de Kensington, el monasterio carmelita necesitaba llevar a cabo distintos trabajos de conservación y ampliar sus instalaciones con una capilla privada y una nueva sacristía. Para la dependencia de los sacerdotes se aprovecha un antiguo patio de luces adyacente a la iglesia. Este espacio debía reflejar la transición entre dos mundos, de la escala doméstica del convento a la sagrada del altar; y por ello se acentúan conceptos como el umbral y la transformación, expresados con una línea de luz superior que divide la sala en dos. Mientras, en otro extremo del conjunto se reforma una antigua habitación victoriana que abría al jardín para ubicar la capilla. En su diseño contrastan las geometrías simples y sólidas del mobiliario escogido con la profusión de la naturaleza exterior, gracias a la oposición de los tonos dorados, de materiales como el roble o el latón, con la gama de verdes del jardín. Este pequeño oratorio se organiza de manera central, con doce sillas de altos respaldos —que evocan la presencia de los discípulos— dispuestas en torno a la mesa para celebrar misa. La intervención se completa con el diseño del tabernáculo, un delicado cubo de madera maciza con un cilindro de oro inscrito en su interior, y que se abre para rebelar el cuerpo sagrado...[+]