A finales del siglo XIX el matemático alemán August Möbius descubrió su famosa banda, una cinta continua con una sola cara y un solo borde. Quizás influenciados por esta superficie no orientable, o quizás fascinados por los pliegues infinitos de Deleuze, a principios de los noventa la vanguardia holandesa —encabezada entonces por un joven Rem Koolhaas— se propuso superar la ‘planta libre’ de sus maestros modernos, y se embarcó en búsquedas formales en las que los espacios ya no fluían solo en horizontal, sino que sus suelos se curvaban hasta convertirse en techos y las rampas eran las únicas responsables de resolver las conexiones verticales.

Buscando trascender las habituales estructuras de aparcamiento y convertirlas en espacios públicos útiles para la ciudad, Christian Kerez ha llevado los principios de la ‘sección libre’ al siguiente nivel, y ha colonizado cuatro solares del centro de Muharraq con su constante exploración geométrica y su habitual rigor constructivo. De este modo, las rampas desaparecen, y son los forjados los que, casi en un modo surrealista, se pliegan cambiando de cóncavos a convexos hasta unir los distintos niveles en un recorrido continuo. A pesar de la complejidad de las formas, el sistema estructural se reduce al usual esquema de losas y pilares, y la ejecución se ha llevado a cabo con encofrados de madera y andamios comunes. Sin embargo, los resultados se alejan de convencionalismos y conforman un singular conjunto, que proporciona una experiencia espacial en constante cambio.

Los cuatro emplazamientos se sitúan en el centro de Muharraq, lo que propició el diseño de un espacio público que no solo sirviese para aparcar coches. Por ello, se recurre a un particular sistema de losas curvadas, con un itinerario continuo de subida y otro de bajada.

Los elementos verticales se reducen a esbeltos pilares mixtos, con una placa de acero en sus extremos para evitar el punzonamiento. Para rigidizar el conjunto y soportar los empujes horizontales, del viento o terremotos, todas las losas están unidas entre sí.

A pesar de las geometrías de los forjados, con dobles curvaturas, los encofrados se realizaron con un sistema de andamios y tablas de madera convencional. Para la fase de vertido del hormigón, debido a las altas temperaturas, se llevó a cabo una estudiada cronología y zonificación.

Las escaleras y ascensores perforan las losas para unir los distintos niveles a los peatones. Al mismo tiempo, los techos y los suelos se tocan y funde entre sí para crear dos itinerarios rodados y proporcionar una experiencia espacial en constante cambio.